29 de diciembre de 2011

Falacia de intención

Si fue previsible o de improviso, connotar y denotar, deducir e inducir. Silencios.
Donde encuentro estas horas, hojas; estos vientos, soles y amaneceres nuevos; ser el reflejo que huye de las sombras, que la pena no arrastre; verme, desde adentro, desde afuera. Es la hora quieta de no hallarte. Invalida la tentativa; el sueño. La individualidad titanista y libertaria. Te vuelve similar, trivial y parejo.
Y es tu distancia y también la suya. El desatino inoportuno y la furia sin furia de esta nueva y ancestral garantía de testimonio. Impropio, inadecuado. Poco eficaz por cierto; cuando fuimos uno, y costaba soltarse, y eran necesarios tus brazos para sostenerme, tu mano para volver, tus ojos para verme. Y sin embargo fuimos el detonante o la causa, cuando aún éramos sueño. Porque aunque valiese la última inspiración lo hubiera hecho. Porque partida en mil pedazos empecé a juntarlos. Y fue pictórica reconstrucción. En movimiento. Con melodías. Escenarios. Gentes. Voces. Hallarme; facultad maestra.
Iba a ser para siempre y lo es. No caen lágrimas ni se extingue, no se cierra el pecho por destrato. Aún hay suficiente. Sólo la pena. Legitimados sin embargo. Justificados. Indesarraigable.
Habrá que regresar al sol para vernos. Al mar. Al horizonte naranja y herido; agradecer, porque habría un después.

Evadirte no te vuelve exótico. El tedio y la agonía no te salvan. Tu ideal recóndito no desabisma.
Es necesario volver a creer, ante la evidencia de la escena repetida, de lo tácito sin fin, que imploré no más. Vos, que desnudas tu alma a cada paso. Que no seas recuerdo. Presente y cotidiano sin acostumbrarnos. Poético. Al lado.

19 de diciembre de 2011

Implosión


Implosión: acción de romperse hacia dentro con estruendo las paredes de una cavidad en cuyo interior existe una presión inferior a la exterior.

Por qué soñé con vos, que casi ya no estás cuando no estuviste nunca, porque nunca fue como soñamos, que tal vez, quizá, era para siempre.
Alle soglie del duemila, cuando te conocí, sentí eso: la eternidad en un instante, pero tocó llorar más de lo aconsejable y perdernos, y no ser felices. Una vez más.
Y tu temor que fue cobardía, el triunfo del no por si acaso; las medias tintas y la falta de riesgo. Me veías fuerte. Nunca fui más débil.
No fue el tedio. Fue la inercia. Fue no jugar con los asuntos en juego; no fue prioridad el amor. El amor de una vida. Quizás por lo único que te desprecio; por tu minivida, por tus minicertezas.
Te soñé. A vos y al Bacacay, y a un pasaje que era habitual y cotidiano y no existe. Buscaba la ventana que miraba al Solís.
Soñé tu desamor y tu descuido; tu miedo y dualidad. Pero al lado mío.
Ahora en vigilia recuerdo que sos múltiple.
No habría más moneditas; ni de diez ni de veintinco, y nos quedábamos con ahorros perdidos, por dejar para después.
Tu lucha era esa. Defendías a todos. Alertabas. Tenías una misión, y hablabas de ella como de "tu mujer". Esto también el día me lo devela. Leí en aquel "mi mujer", y dolió en el alma. Aunque ya no importe.
Sepulcro de sueños dormidos; ahí descansan.
Tal vez te soñé a vos, por vos y por él; por la implosión. La de ahora. La que rompió y astilló. El escozor; el brívido del nudo que es vacío y es montón de palabras que no dije. Porque puedo pero tal vez no deba. Impera el debe. Porque es mi riesgo a pesar de todo. Porque te anticipaste pero ya estabas dentro, y recién lo supe cuando necesité empezar a expulsarte con lágrimas. Qué te evapores y te vayas. Si toca perder de nuevo. Designio develado.
Y si se tratase de no volver a amar; nunca más, como me juré después del río; de la anchura; de la ausencia viva; habitada.
Lo efímero de tu para siempre; la inconsecuencia, el absurdo, de este hoy que nos mantiene juntos y separados.
Matarlo y matarte, no a la causa que enarbola. Porque vendrán muchas otras. Es necesario el crimen perfecto. No habrá ya prioridades numeradas. Sería deshonesto que ignores que con tu ayuda puedo. Que lo intuyas.
Si me lo preguntas te lo contesto. Ocultarlo puedo, negarlo ya no.


a A.F.

15 de diciembre de 2011

Recuerdo de un bosque


El laberinto diversifica, multiplica y distrae; nos guía el espectro; la inadecuación más apropiada. Arremete. Entorpece. Deriva. La meta desdoblada y dispar. El anhelo confuso.
Marionetas conscientes o matiz. Mandala de nosotros mismos.
Interesados. Curiosos. Insaciables. Sin alertas ni prejuicios.
Y me zambullo en lo probable y lo imposible; en la incongruencia congruente de este mar de piedad. El bosque nos teme. Nos expulsa. Y sin embargo, estamos aquí, pasajeros de este sueño sin retorno en misión olvidada. Distraída. Transitando los límites, la incertidumbre del ser.
Querer y que no nos quieran. Jurar eterno amor y el rechazo. Por aquellos lugares que ya fueron nuestros. Desconcertados por el vínculo; avanzamos a ciegas sin recordar cuáles fueron los por qué. La unión kármica y quizá inconclusa; non finita. Deudores tal vez.
Y te invito a mi vida sin prejuicios. Sólo peligra el no por si acaso, la vacilación o el desgano; el descreer; la ausencia de fe.
Confío en nosotros. Hermanados. Unidos por lo invisible que se siente y no se deja ver. Podés un poco más; mucho más. Que el sol procure el resto, que la sal nos purifique y vislumbre lo potencial del ser.
Sí, nos reconocimos. Fue un reencuentro. Algo pendiente nos hermana. Desde esa tarde crecimos. Y fue testigo el río, y también el sol; los intervalos y las pausas; la ruta. Cómplice.
Y no es preciso colorear ni edulcorar.
Desmesurados.
Te dejo que seas, y te dejes ser. Sin tamiz. Que trasciendas lo imposible o lo jamás imaginado. Que llegues al bosque. Al recuerdo nítido y ancestral que quiso este conglomerado de retratos y tiempos. Ya no sabemos cuándo ni dónde fue que fue.

9 de diciembre de 2011

Diálogos

Las primeras horas de la mañana nada incongruentes, siquiera difusas; inadecuadas por el desatino. Definitivo, y con aroma a fin. Porque ya era suficiente, como nunca jamás antes.
La primeras horas de la tarde precipitadas urgieron, veloces, empapadas de letras que conjugaban ideas difíciles de plasmar. Pero el resultado dio su fruto y la paz sobrevino, como quien se libera del peso insoportable. Aquel que no merece la carga. Eludimos, certeros y confiados.
La postergada cita y el ida y vuelta; el que tornó imposible ocultarse y ocultarte. Tu verdad aventajada. Mi desconcierto; mi verdad.
Lo sabías. Antes que yo. Lo supiste siempre. Aún lo ignoro. Los pretextos.
Si la curiosidad o el sentimiento incipiente y profundo.
Tu sabiduría. El don de la anticipación o el azar venturoso.
Un himno que sonó ilustre al ser nombrado. Casualidad. Causalidad.
De emociones e impostergables. De anhelos y sueños demorados. Brindar al son de un trígono que fortalezca y facilite. Qué la cuadratura y el opuesto no apaguen ni extingan, no aplaquen ni rebajen.
Multiplicidad de vivencias compartidas.
Aquello que sospechábamos y confirmamos. Ineludible. Sin tamiz y sin alarmas, tu certeza y mi descuido.
Tu intuición y mi afán obstinado.
Por si acaso.

4 de diciembre de 2011

De comienzos y de fines...

Desabismando inciertos. Flotando. Qué cuanto más enmarañado se presenta mayor es el resultado.
Verte, querida, y comprobar que dos días son el conectivo de una vida. La distancia que sortea kilómetros y relojes.
Y vos, que sos el hallazgo de este último calendario. El sinfin de caminos que comulgaron para el encuentro. Qué sepas que estoy y que también te quiero. Que sos un sol de vida, brillando a cada paso. Qué no tengas miedo. Qué todo es por algo.
Tu voz en el teléfono. Tu voz y mi silencio. Ausencia. Lacrado en mi piel te llevo conmigo. Siempre. A pesar de los lugares que no fueron tuyos; de las voces que jamás oíste; a pesar del tiempo que asfixia y descomprime en tu recuerdo.
Las otras puertas. Las que ni vislumbrábamos poder atravesar. Se puede.
Fue verdad. Tu complicidad y el ida y vuelta. Mutuo. Sin destiempos.
La dicha de que existas. Contemporáneo y presente. Sin miedos. Sin disfraz. Sin etiquetas ni autopredicción. Porque el futuro es incertidumbre, a pesar del éxito optimista y del pesimismo de valor.
Porque cuando ponemos en común los males, nos sentimos menos únicos y menos solos. Nadie sale impune. La multiplicidad nos abisma a todos; mejor o peor administrado.
Y en este sueño, pasajero y sin retorno, me das tu mano, tomo la tuya y te acompaño, no sin recuerdos, no sin pasado. Con mi ser todo. Lo que fui, lo que eras, y lo que toque ser. Y me confieso en vos sin velos. Y no hay ni miedo de verte, ni desesperación de hallarte. Tu corazón que pide pausa. La tormenta que ya cesa. Los mañanas naranjas y los crepúsculos sin lágrimas.
Que haya mucha vida por delante. Todo por dar. Todo por darse.

21 de noviembre de 2011

Confesiones

Extraño. En curso. Sin dirección.
Incipiente. Agudo; perfora; electriza. La emoción trae el brívido; fue verdad. Certeza entre incógnitas. Misterios a develar, o asumir lo concluyente.
Que si Dios no existe habría que inventarlo. Qué no sé que me pasa, y si no sé de vos el color del día cambia. Que falta mucho todavía. Por suerte.
Trascendernos. Limitarnos.
Que estoy muy feliz de que existas. Más en tierra, más firme, más seguro.
Que sí te quiero acompañar, y en todo. En el resurgir y en las posibles caídas. Que el encuentro justifica montones de ayeres y de finales tácitos. Sin fin.
La irracionalidad de la incongruencia. La certeza de lo efímero.
Los estados varían de acuerdo a tu compañía y complicidad. Sé que cuento con vos, que sos mi par. Donde no hace falta fingir ni poner tupido velo a ninguna de nuestras neurosis ni verdades.
Vamos por certezas, sin camino prefijado. Construyéndolo. De la mano.
Que entres en mi vida y en mi mundo da calma. Que estés, qué estoy y qué lo sepas, alegría y descanso.
Que el alboroto tenga su paz.

4 de noviembre de 2011

Pequeñas muertes

Quizás se trate de eso, de saber morir para poder volver a empezar; de aprender a abrir puertas, habiendo cerrado otras y eludido tantas; por miedo, indefinición, o macabra burla del destino.
Continuar impunes a pesar de los vaivenes, de la desesperanza, del rechazo o desamor; del engaño. De la idea de eternidad que nos ciega. De la inercia.
Se tratará tal vez de seguir, de desaparecer para volver a ser; con vestigios de un pasado que nos arma, y la esperanza de un futuro que sanará heridas; portador de las fuerzas y los sueños para seguir caminando. Aves fenix.
Es tu frontera y la mía. Las coordenadas que lo hicieron posible; las que intervinieron para que así no fuese. Serán los mañanas que vendrán, que repletos de una historia dibujada en lo invisible, deja que ocurra este conglomerado de vivencias y recuerdos, de propósitos y anhelos; de rutas que trazamos en el mapa de nuestra mente, sin saber en verdad cómo se tornarán realidad.
Pequeña muerte es la que vislumbramos al nacer; la que en medio del llanto nos hizo zambullir involuntariamente en esta escena a la que fuimos convocados; este acto del que todo ignoramos...
El derecho de admisión y permanencia; la enseñanza o el karma; lo prefijado y lo incierto.
Fue nacer y morir en el instante mismo en que nuestras miradas se encontraron, y toda la vida fue justificada en un instante. Se desvaneció la incertitud de un pasado, y la posibilidad del fin.
Horas vacías que merecieron su premio y recompensa; la infinitud del tiempo consagrada en un abrazo que avaló la espera, y el sinfín de veces que nos tocó perder. Las respuestas concedidas.
Fue recurso del olvido y artimaña de la justificación; la validez del reto.
Meritaba llamarse vida: la previa, la víspera. Letargos. Paréntesis. Pausas. Transición...
Un crepúsculo naranja y la aurora de un mar. El ocaso de nuestro trayecto compartido, de nuestros causales encuentros; efímeros. Caminamos de a dos...
Es la apuesta a lo probable y sus montones de ayeres reunidos, que conforman este hoy. Peldaño mortal e imperecedero.


Reunión por allá

19 de octubre de 2011

De mitos y creencias

Del ideario propio, o del imaginario colectivo; imponen confiar; resguardan un hoy cautivo, con la mirada puesta en el mañana nuevo que no por azaroso e incierto, no anticipa positivo.
La víspera de un futuro que lo compensará todo; la vuelta de la esquina que otorgará aquello por fortuna antes negado; en la hora equívoca, en el camino errado; en el amor que no fue porque mañanas más ventajosos nos serán dados. En nuestra bitácora del tiempo.
Sinfín de pasos que no condujeron a ninguna parte. Vano ahinco.
Decir adiós jamás fue perder, y sí la convicción de saber que se trataba de lo mejor "por si acaso". Historia que se escribió, sin razón de haber sido. Encuentros causales.
Presente testigo de un tiempo que valdrá la espera, la pausa, los paréntesis.
Minutos que justificaron una eternidad vana e inconclusa.
Los fines que no deseamos. La partida a destiempo. Las deshoras.
Estamos en el lugar justo, en el momento indicado. Infalibles.
Porque solo fue lo que debió ser. Porque merece el olvido, y evidencia las razones; no se detiene en ellas, mira hacia adelante con la misma fuerza de antes, con la esperanza intacta y el alma sin grietas. Sin el desamor a cuestas.
Que están los que deben estar, si vacilación ni titubeos. Los mejores. Aunque aquellos cuya ausencia nos habita, ignoren nuestras huellas.
No hay falta que justifique el pesar. Porque todo lo que fue, debió ser. Porque el trayecto es terminante. Y no amerita juicios.
No existió el error y sí la experiencia. El significado. La justa intersección de caminos.
Y sos, significante de mi ser todo, de estas horas que no serán nimias. Sosiego aparente. Tardanza. Porque perdiste, pero yo también. Nos perdimos.
Los rastros del bien en el dolor, en tu temprano adiós, en las horas muertas, en el letargo, en tu descuido. En los sueños dormidos.
Que sea el anhelo. Que un insospechado banquete de dicha, oportunidades y concreciones, se nos tenga deparado. Que se devele el enigma.


Allá y acá están de jueves...

13 de octubre de 2011

Voces

Voces de otros días. Tu voz, que no volvería a oír, días antes de aquel veintisiete, que nos despidió certeros de un futuro entre las manos. La voz que dijo "Gracias, perdón y no me odies"; cuando sí fue la última vez que te tendría ante mis ojos, después de tanta vida. La que supo preguntar cerca de aquel mar de sal, cuál de los cuatro cajones de una cómoda elegiría: los dos de abajo, o quizás los de arriba; si en el caso del placard tomaría el lado izquierdo o el derecho. La mía, que respondió "intercalados", sabiendo que estaba recibiendo de ese modo la propuesta de una vida; de un camino de a dos.
Voces escritas. Voces sin rostro. Tu voz en el teléfono y mi silencio. Tu verdad.
Su voz cantando "al alba, quiero que no me abandones amor mío al alba", "y como pasa el tiempo, que de pronto son años; te doy una canción de madrugada, cuando apareces el misterio del amor"...
Las voces de los fines implícitos, tácitos; que nos dejaron taciturnos en la vuelta de algún camino escrito, o misterio del azar.
La que justificó todo lo vivido...
Su voz, la de tu madre, que anticipó lo que ya sabía. No estabas. Ya no estarías. Tu última voz, que me pidió tiempo para que el año 08 fuese de disfrute sí o sí. Y te callaste para siempre. Y hoy quiero oírte. Por eso a veces voy y te hablo, y me quedo ahí con vos. Cerca tuyo.
Quisiera saber qué palabras hubieran acompañado los avatares, si esa voz, su voz, que deleitó a tantos sin diferencia de generaciones, hubiera estado ahí conmigo. Si no te hubiese tocado irte en el medio de mi historia, entre lágrimas y euforia pienso en tí; vida y muerte sólo dos palabras...
Qué hubieras pensado, sentido. Cómo me hubieses acompañado, aconsejado. Si lo hubieses querido. Era tan igual a vos. Y sin embargo, no creo que haya sido el ser que eligieras para tu hija. Si hubiese sido tan difícil todo...
La voz de tu hijo, hoy escrita, confiándome su clave del éxito. La voz de tu Sebas, reclamando "¿y de tu vida qué?"
Las que no querré oír. Las que ojalá nunca lleguen.
Las de aquellos que jamás vimos y sin embargo están aquí, al lado.
Tu hermano sujetándome en el abismo, con todo un océano en el medio.
Cuántas veces restará decir te amo, cuándo fue la última vez que lo dije. Cuántas otras no me atreví, o no lo supe a tiempo.
Las voces que viven dentro nuestro, a pesar del tiempo y la distancia. Aquellas que hablan de los sueños, del miedo; las que alertan; las que desoímos. Las del silencio. Porque él, él siempre nos habla en el silencio.


Reunidos en casa de él y por allá también.

6 de octubre de 2011

Los jueves un relato


Los que confían en que la oportunidad de cambiar existe
Los que llegaron tarde a todas partes

y sin embargo siguen creyendo en que alguna vez será
Los que sin olvidar perdonan
los que perdonan de modo tal que logran olvidar
Los que saben de cambios pero no se atreven a enfrentarlos
Los que no estuvieron en el momento justo,
ni en el lugar indicado
Los que se quedaron solos
Los que saben vivir cada día como si fuese el único
Los que caminan sus ciudades con el entusiamo de los viajeros
Los que perdieron una y mil veces
Los que aprendieron a remar entre grises
Los que confían en que no hay mal que por bien no venga
Los que conocieron el infierno y hoy están acá
Los que confían que habiendo sido vencidos,
aún así han triunfado
Los que no tienen miedo a la incertitud
Los que aman lo que hacen,
los que hacen lo que aman
Los tristes por amor

Los que saben de fines
Los que se quedaron con todas las fichas,
cuando los demás comenzaron a jugar al ajedrez
Los que aceptan lo que viene,
pero no se resignan a cambiarlo
Los que creen que aunque todo tiempo pasado fue mejor,
lo mejor aún no llegó
Los que están siempre y a pesar de todo
Los que perdieron al ser que más amaron
Los que dicen lo que piensan,
los que sienten lo que dicen
Los que disfrutan de tus logros,
aunque estén viviendo el peor de los fracasos
Los que saben ser felices y volver a empezar
Los que ya no son felices
los que nunca lo fueron
Los que creen que todo es por algo
Los que ya no ven...
Los insomnes
Los utópicos
Los libres
Los que se atreven
Los justos
Los distintos
Los que nunca se fueron,
los que saben regresar
Los que han sufrido un gran dolor

y hoy saben que pueden sobrevivir a todo

-------------------------------------Los héroes anónimos...
Hoy estamos aquí , en su balcón

2 de octubre de 2011

Hoy

La única anormalidad es la incapacidad de amar.

Anais Nin


Hoy quiero andar, andar como a veces antes; caudales de calles, maratones de  imágenes. Respirar el sol; es primavera y hay brillitos en el aire. Y no estar apurada ni preocupada por nada, ni por volver ni por nada, y que no de miedo el cansancio ni que a cada paso te aparezcas vos, por estas calles que jamás caminaste, y que ya no estés como antes, como ahora que ya no estás porque no querés, porque nos castigaste. El amor lo mataste desde siempre, no lo dejaste ser, pero yo te quería mucho. Mucho de verdad. Disfrutaba de cada cosa que hacíamos y del amor, porque yo creo que sí sentí amor, que sí llegué a sentirlo. De esos que no tienen tantas chispitas ni tantos miedos y que nacen cuando dos están muy cerca. Lo matabas sí. Pero a veces yo lo acurrucaba, le curaba las heridas, lo protegía de vos que no querías saber de él, y nada. Lo hemos charlado tanto. Seguro se cansó. 
Las últimas veces fue como si algo me cubriera; jugaba sin darme, no lograba las formas. Sé que no te dabas cuenta pero yo sí. Algo cambió. Se perdió. También lo supe cuando me colmaste de besos, de besos infinitos como esos que se les dan a los nenes. Me diste a montones, y yo también. Te abracé muy fuerte y no sabía que no vendrías, pero algo pasó, sospeché que todo este camino nuevo no te lo iba a contar, ni éste ni todo lo que pasó sin que estuvieras. Un poco que me cansé de casi todos, por eso ahora basta de homenajes, y no me pone triste. Me quiero yo, me cuido yo, porque me descuidé, dejé que entrasen personas que jamás debiera haber dejado llegar. Qué me voy a creer. El que te alaba te disminuye. Es verdad. Siempre me costó entender esa frase, siempre, y sin embargo es cierta. Te acordás cuando no podía ir a ninguna parte, bueno, es una forma de decir, porque no podía estar, no podía con un segundo de mi existencia. Estuviste cerca pero no creo que hayas sabido lo que tenía adentro, creo que nadie lo supo, era la insoportabilidad del ser, de existir, de sentir desde el roce del viento hasta el peso de las sábanas. Costaba estar de pie, sentada, acostada, costaba todo. Costaba vivir, nunca nada había sido tan cuesta a arriba. Sin embargo ese día era tu fiesta, y no podía fallar, quería estar con vos y nada más que eso. Cada instante previo, cada milésima de segundo fue un suplicio. Creo que después fue lindo, después de después claro, porque yo me iba a mi lugar en un grito de auxilio, un intento de salvataje. También allá costaría ser. Estaba cansada, es que sólo necesitaba eso, descansar sin límite para resurgir. Sabés que ya no me acuerdo cuándo fue que fue que me empecé a animar, cuándo me vine llena de papel, y el río volvío a estar en el medio. Parcelándonos. Volví llena de papel, sí; de arena, de sol y sal; de él, y su allá estaba cerca y todo se volvió causal y fácil, y había miedo pero menos, y sonaba todo el tiempo su "Mensaje del alma", daba fuerza, y aún hoy es como un mantra de todos esos meses hermosos, donde no dudaba en entregarme, en confiar y creer en la magia de los encuentros, y la sincronicidad de las cosas que nos pasan. Pero nunca entendí por qué no quisiste, por qué lo matabas, ni siquiera querías que nazca. Ya te dije lo cuidé yo, era nuestro, pero también era mío y no se merecía tanto daño, para eso ya estaba yo, tan vulnerable, tan permeable a todo, que no te dabas cuenta que prefería morirme, que no creía en nada. No sé si te extraño, creo que lo lograste. Querías eso, no. Si nos salía bien vos te ocupabas. Había que perder de nuevo. Hoy estoy tan lejos, ya no sé de vos, si ahora sí querés a alguien, si algo de lo que tuvimos lo extrañás, porque de verdad que esto pasó siempre, pero nunca así como ahora, y me hubiera gustado estar cerca y que estés, pero capaz nunca te olvidaste que fuiste testigo del "colpo", y aunque no te importa no me perdonás. Sí, de ese, del que me tuvo enferma de espera y de pausa. Pero a vos te quería mucho, y capaz mucho más que eso. Te acordás cuando él nos avisó, cuando nos dijo "no tengan miedo". Porque a los amigos también se los cuida, porque a veces hace calor y tengo frío.

30 de septiembre de 2011

Presente abstracto


Interpela
Impera

Cuál dádiva fue hallarte
Prodigiosa remembranza

Malgastamos el tiempo
------------------------- -------huyendo

No quedan ya vestigios

y sin embargo
mi yo todo te evoca
mi amor por vos se conjuga

Sabe de silencios

Relumbra
Insiste
Vence

Revive

24 de septiembre de 2011

Calles

Esta calle, la que por casualidad desvío o certeza, indica mi refugio. De azares o destinos. Qué o quién, así lo quiso...
Tantas veces transitada; cercana; lejana, cuando lo insondable me llevó a pensarme tan lejos.
Y pudo haber sido Juez del Valle, al pie del Curruhinca, con la orilla de mi lago tan cerca; o aquella frente a las vías donde el sol se calla con pereza, el aire huele a lavandas y eucalipto, y un río de luna plateada me hubiese permitido descansar en tu horizonte. Cuando aún no éramos.
Y es y sigue siendo aquella, altiva, la que hoy finge ignorarlo todo, y permanece insolente ante las vicisitudes del destino. Y sin embargo fue piedad en los amaneceres juntos.
Me hablan los adoquines, las puertas y ventanas, las esquinas de testigos ausentes. Son en mí y soy en ellas. Susurran. Irrumpen en el instante efímero con las imágenes presentes de un pasado que nos hizo ser. Un ayer tan hoy, frente a presentes cuánto más lejanos.
¿Creés que Rincón sabía del fin? ¿Que Charcas disfruta en Los Adioses? ¿Qué Frey nos dejó? Jamás supe el nombre de aquella que sí quiso que fuésemos uno. La urgencia por tenernos; la que escuchó el primer te amo. La que cesó la espera.
Tal vez sean cómplices del último enamorado, y ya no recuerden nuestras voces y secretos al compás de pasos infinitos, procurando el olvido.
No sé si nos son fieles. Ignoran si nos hemos ido. Siento que olvidan.
Qué sendero será nueva ruta. Qué mañana del que todo ignoramos, nos será dado todavía...


Click aquí por "Las calles de ellos".

16 de septiembre de 2011

Leyes transitivas

La escalera la conocíamos; nos era habitual, formaba parte seguramente del día a día; pero en verdad no era esa que los dos sabemos de memoria, ni ninguna otra que hayamos visto.
De algún modo te las ingeniabas para que, detenidos detrás de la puerta, pudiésemos permanecer unos minutos en el descanso: juntos, de pie, abrazados; sin poder evitar los besos, que eran los primeros. Sin embargo, no éramos extraños.
Tampoco recuerdo como seguíamos. Cómo seguíamos después de ese cambio. Cómo afrontábamos la mirada de los otros.
Sólo sé que voy y vuelvo, como le escribí hoy a ella. Que a veces no tenés nada que ver conmigo, ni con lo que sueño encontrar en un alma par, y sí todo lo contrario.
Te siento chiquito, frágil e indefenso, detrás de un disfraz, que desde que la vida nos cruzó, te has ido quitando. Vulnerable. Ambivalente.
Ya no sé cuándo fue que fue. Que no me sorprendió que compartiesen ni el onomástico, ni un pasado común en ese país que yo también tanto amo, ni el animal que cambia cada doce años, a pesar de lo poco que confío en esa otra astrología; y una vez más ese rasgo...

Creo que te lo dije inmediatamente. Que me sorprendí y no. Que fue como si de antemano supiese, que había algo más en común entre ustedes, que que ya fuesen importantes en mi vida. Que no fuese la nostalgia sino el asombro. Que ya no doliese.
No es la primera vez que pasa. Si alguien me refiere a un otro. Algo del pasado compartido con ese otro, va a ser común a los dos. Sería justo. Ojalá que sí.

11 de septiembre de 2011

Deshoras


Había cierta indeterminación, un modo de incertitud.
De pronto, el ímpetu ineludible me llevaba a saltar entre plataformas circulares de una fuente, en medio de una gran piscina, y un paso tambaleante me sumergía en el agua, vestida. Completamente vestida.
Me lo confiabas. Vos y tu amigo lo habían hecho desde siempre; deleitarse con la bebida de los otros huéspedes del hotel, en el descuido de la noche. Me sorprendía tamaña indecencia para aquel tan creyente, tan rotundo en sus juicios unánimes. La sed era impostergable.
Sería ese nuestro primer amanecer.
Una cama enorme dejaba entre nosotros varios cuerpos de distancia. No esperabas mi regreso; acurrucada del lado derecho tomaba conciencia de la distancia insondable, de tu desafección.
Del amor ya hacía tiempo, como hace tiempo ahora.
La mañana de domingo era gris, ese gris espeso y húmedo que anuncia la lluvia inminente. Las pocas horas de sueño entorpecían las ganas.
Comercios de muchos colores abiertos en las más tempranas horas.
No vuelvas a los lugares adonde fuiste feliz. Nunca pude volver al Mercado del Puerto. Hería la distancia, el desamor.
Aquellas manos extraían sonidos de las cuerdas, y me devolvían a un tiempo lejano.
Todo era cotidiano. La cotidianeidad extraña a la que transportan los sueños. Ese pasado implícito que en verdad no teníamos, que en realidad no fue.

2 de septiembre de 2011

Misterio diáfano


Revelan, avisan, señalan incipientes su lugar en el calendario; se inmiscuyen en el presente ostentosas de su fama, imponen el comparativo innecesario. Retrotraen, sustraen; distraen del cotidiano ahora, para restituirnos a un ayer, con todo el bagaje que define, frente a un huidizo y tal vez precario presente; abismo sin dirección que aún no nos determina.
Certeros del ayer vibramos en un hoy irresoluto, sujeto a la merced. Me atrevo a decir que ayer fue y hoy será. Será cuando haya sido.
Qué fue tu aparición casual, tenaz, que aún se resuelve perenne a los avatares. Incesancia de mañanas imprevisibles...
Presagio. Sin orden ni intención, sin reflexión determinada.
Qué ventura te dispuso en mi recorrido alterado, discontinuo, interrumpido de vos. Qué restó. Qué modificamos en el desplazo.
Las fechas no son inocentes. Orden ficcional, acción o inacción que hoy converge en este presente unánime y entona la incógnita de una suma de imperfectos que te evocan.
Sos en mí, intacto, impune, querible.
Simplista y efectista creer que hayamos hecho lo que hayamos hecho el camino futuro sería éste.
Unidos; labrados; distancia que se sortea en tus palabras que me saben de memoria, frágil. Contradictoria.
Afecto, complicidad, valentía, perdón, fuerza, que no es cenizas ni destino, que es cuando te pienso y te traigo y me vierto en la imagen que conservamos, viva en nosotros, que llevo a todas partes en su rigor laudable, que recrea y revive.

22 de agosto de 2011

Onírico


Enemigos declarados, ocultos, testigos. Unánimes. Alejan la meta, bifurcan, diversifican deseos, enturbian el cauce. Ignoramos por qué. Desconocemos su esencia dual que se multiplica en el momento de la causa.
Lugares. Destinos. Vidas. Aún roza la idea de vos.
La inquietud de lo incierto. La impermanencia del caos. Si sólo fuesen elecciones. Si acaso es utópico creer en su existencia; destino autónomo.
Hábil manejo del azar que nos detiene, buscando; nos otorga, distraídos.
Resume el pasado. Constriñe el hoy inconcluso. Coarta la inercia. Interpela.
Pasajeros de un sueño sin retorno, en busca de pretextos. Caminantes. Fragmentos de vida ajena, en espejo.
Se trataba de un barco. Era viejo, alto; rompiendo el oleaje gris espeso.
Noche de luna de aura amarronada, húmeda y fría.
La otra orilla me reencontraba con sensaciones perdidas, lejanas. Ya no estabas. La incertidumbre de tu adiós implícito, tácito.
Había, sin embargo, una forma de espera; una manera de ansiedad. Mi inclinación por la verdad y el regreso eterno.
Ligeros, sin bagaje. Dueños del tiempo. Hacedores.
La frontera y los pasos que acercarían; distancia de cercanías. Tu imagen cavila. Ausente.

3 de agosto de 2011

De mapas y senderos



En mi mapa hay un río plateado de luna, muchas mañanas de montaña; hay un lago, nieve, cascadas y un sendero, y ese pequeño arroyo, que desembocaba en un embudo inmenso, de bosque y acantilado, que era el mundo entero.
Hubo un mes de febrero; un día siete; pétalos de rosa, una nota manuscrita y el llanto eterno. El amor dialogaba en las orillas; tardes donde se perdía la noción del tiempo, entre siestas y soles, y confesiones de cuaderno. Tres Puntas, mi espacio; universo infinito. Fue la calle Juez del Valle, al pie de un cerro, en tardes de otoño y noches de víspera de un nuevo comienzo; fue esa misma calle en una primavera perenne, y flotando libres, tantos veranos de río. Fue una tarde en Brown al 300, donde recuperamos años de distancia. Y varios después, en una mañana de cumpleaños, que perpetúa una "no me olvides"...
Las cero horas de un nuevo cumpleaños, en el Arrayán de los juramentos...
Fue noche de Alquimia en Curruhinca, y el mismo día entre Cerezos, después de una ruta de postal y lagos que me devolverían de regreso. A vos.
Se reunieron un sinfín de lunas, un día veintinueve, en noviembre, cuando lo imaginado fue: truenos, rayos; verdad. Y una esquina de adiós en la calle Peña.
Y fue del amor que no fue, o sí; colmado de incógnitas y laberintos que aún congojan. Fueron muchas noches de Melo y Bustamante, cerca de esa dulce esquina que años más tarde llegaría. Fue un siete, sí un siete en el mes de mayo, cuando fui consciente; que era para siempre, y que no sería nunca. Hasta aquel veinticuatro, en ese febrero último y eterno.
Y fue tu voz en un teléfono y mis silencios. Y el asfalto que todo lo supo, que hoy calla un presente y recuerda. Nada nada me aviso que en Aráoz, que alcanzaba la vista de un parque Las Heras, sería nuestro refugio, nuestro barco; nuestra isla; desde aquella posada de sol en un mar de a dos, donde el hechizo comenzó. Serían días eternos en Melipal, y en una torre alta cuando ya apremiaba el tiempo. Y Frey nos tuvo y nos dejó lejos.
Y sé que fue frente a un río, iluminado de luna, llenos de latidos de espera -desde aquel domingo en el Puerto- y de víbridos infinitos, que la magia fue verdad. Y en un Rincón y Mitre un adiós tácito que aún perdura. Sólo esa calle lo vio, lo sabe, cuando en aquella tarde de domingo gris e invierno, confrontó amor y desaliento; difuso ya que a pocos metros hubiésemos sido transportados a una cápsula sin tiempo. Todo el amor del mundo perpetuado en un espejo.
Y sí, fue también ahí, en Colón. En tu esquina. En tu lugar en el mundo.
Y aunque no estuvieses cerca desde hacía demasiado, un día en Verona cerca de la tumba de Giulietta, y en una tarde de café veneciano. En un tren de campiñas, y amarillos, colinas y verdes, y celeste azulado.
Hablan también las de los adioses. Me habla una esquina de avenidas en Almagro. Un tren a Torcuato, cerca de una casa rosa, testigo de todo aquel verano ochenta y seis, procurando olvidarte.
Una terraza de noche, de mayo, con ceniceros colmados, donde pactaríamos aquel "catorce" antes de los besos infinitos y de ese año juntos que aún nos conserva...
Una tarde en Palermo, era septiembre, descifrando planetas, llenos de sol; un ascensor al infinito, fuimos los dos uno en aquellos instantes, imantados, etéreos, ausentes del resto, vivos. Incongruente final sin fin.
Fue el patio de los naranjos, un jardín de Praga, una biblioteca, una ventana y un concierto. Y más tarde vendría: la primavera, una mañana de pájaros, las calles de mi infancia, mirando al revés de otros tiempos, y el adiós sin vestigios, sin tregua, en una esquina de sol en Palermo.
Qué ángulos, qué escenarios y atardeceres serán los testigos. Qué mañana todavía protagonizaremos.

30 de julio de 2011

Ayeres


Medianoche. Algo me lleva hacia atrás, a leerme, leerlos, leerte y confirmar cuán impensado era un desenlace en silencio, cuando lo que nos unió fue la palabra; el ida y vuelta cotidiano que tal vez te acercó antes a vos, que a mí. ´

Sí, porque hoy reparo en un sentir del que no fui consciente en aquel entonces. Y yo, la que no se había dado cuenta aún de nada, soy quien permanece en el recuerdo vivo, de ese ayer donde tocó ser felices.
Y voy con este amor a todas partes, venciendo incertidumbres; caminamos, dejamos huella, abrimos nuevas puertas. Él y yo solos, sin vos. Prisioneros de este hoy que te invoca; testigos silenciosos.
Y ahoga la suma de días, meses, horas infinitas sin nosotros, que sumergen en una especie de abismo insondable con la secuencia de escenas, de ese ayer donde pudimos ser.
Perdoná la demanda, había sido tanta la espera, y de pronto encontrarte... No pude evitar la lucha; con esa fuerza absoluta que todo lo puede y que a nada le teme, cuando se ama.
Hay noches que no empiezan, cuando el azar elige detenerse en vos. Y recrea pasados que sé eternos. A pesar del descuido, de la crueldad de tu inercia, ante un futuro que por fin llegaba.
Perdón de veras. Perdón por tanto amor que salía de la piel, que dolía encerrado en el alma, que no temió, ni se privó de ser, cuando fue turno de tenernos... No sin lágrimas; presagio impertinente de este nudo que hoy cierra la garganta; de esta desazón en la mirada. El sinsabor. Un mundo que se desafía en el umbral...
Y vamos él y yo juntos, buscando pretextos; juntos en alguna tarde de sol, nos sentamos en la mesa de un bar; escribimos, buscamos evadirte, intentamos recuperar ese antes que era antes de ayer y de ahora; hemos visto nuevas caras, oído otras voces, afrontado imprevistos que desviaron la ruta; he transitado tus pasos sin vos, él y yo, te sentimos en cada instante, en aquellos atardeceres naranjas, en tantos entornos casuales, en muchas melodías, caminando tus calles, descifrando silencios, en lugares que no podrían desprenderse de lo que fue, y resisten a creer que ya no será.

15 de julio de 2011

Así empezamos...

Creo que fue a los seis que ya sabía que quería estudiar italiano. Estaba fascinada con un tema de Iva Zanicchi, pero pasó mucho tiempo para que ese fuese un sueño cumplido. Exactamente diez años, cuando elegí que esa fuera mi segunda lengua, y para eso tuve que optar por el Bachillerato en Letras, si no el idioma en cuestión sería, o el inglés, o el portugués.
Y el tema del inglés lo veníamos eludiendo, desde aquel sorteo que en primer grado determinó, que estaría dentro del grupo de francesitas, con el slogan que consolaba, "que quien obtenía inglés como primera lengua, jamás transitaría por los exquisitos caminos de la lengua francesa, pero sí al revés". No fue así. Era tal la presión de aquellos años de escuela -años de gobierno militar-, que a duras penas llegaba a lidiar con la enorme cantidad de horas.
Recuerdo como si fuese ayer, que en casa había un libro de inglés muy antiguo de Julia, la primera esposa de mi papá, y solita antes del ingreso al benemérito instituto, me había dado por descifrarlo.
Fue tal la desilusión de aquel día del sorteo donde me quedé afuera, que me resistí a desmenuzarlo y no con demasiado éxito, hasta hace más o menos una década.
Y después estaba, la absoluta convicción, de que quería ser maestra, e ignoro por qué razón, en algún momento dudé, y los caminos se bifurcaron entre la Psicología y el Periodismo, para elegir finalmente Turismo.
Fue también a los seis que escuché en una tira de la tarde que tenía que ver con una escuela, siempre adoré estas historias, que un profesor de letras leía un poema de Borges, 1964, y como mi biblioteca tenía desde hacía días el libro gordo y verde de sus obras completas, empecé a investigar. Y me enamoré del "ya no seré feliz tal vez no importe, hay otras tantas cosas en el mundo. Ya no es mágico el mundo, te han dejado", lo repetí hasta aprenderlo de memoria; y me marée con la esfera de tres centímetros donde convergía el universo, y también me enojé un poco; pero sin embargo repetía también de memoria "Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga", perdiéndome entre esas calles, en alguna caminata de domingo. Sí, por aquellos años cumplía religiosamente con noventa cuadras diarias, y una cámara de fotos en mano.
Después llegó el libro de arena, para sentirme entonces sí, extasiada por completo ante cualquier línea que tuviese que ver con él, sí con ese anciano ciego que había sabido juntarse con mi papá para la selección de poemas que tendría lugar en una lectura del Teatro San Martín, el mismo que en el salón del hoy club de amigos, entonces Kdt, había visto por casualidad en una conferencia a la que no recuerdo cómo llegué.
Y fue hace casi dos años que, el gusto por sus letras se volvió adicción. Y ahí empezó un sinfín de caminos que me acercaron cada vez más a él, a él y sus letras, a él y sus calles, a él y su filosofía, a su laberinto, a sus espejos. Y esa pasión que no cesa se canalizaba entre tardes de letras palermitanas los días miércoles, y meses después, los sábados en aquella esquina de Moldes y Congreso, donde te irías para siempre...
Hoy sin embargo, no da dolor transitar esas calles. Afirma.
Hace pocos meses, ignorándolo por completo, exactamente un día treinta, volví a un aula. En principio fue ver "de qué se trataba", pero la autoexigencia, la necesidad de no claudicar, de provocar algún cambio contundente, de darle forma a tantos años de perderme entre páginas de tantos, hizo que me quedase. Me quedé no sin quejas, y continué no sin dudar, y hoy llegué hasta aquí, hasta esta escuela, cuando aún era de noche, con tanto miedo por transitar una zona desconocida y algo riesgosa, que no alcanzó el tiempo para caer en la cuenta de que se trataría de mi primer día de clases, que en horas pasé de ser "seño" a "profe", con un ida y vuelta increíble; como si así hubiese sido desde siempre, como si no quedasen dudas de que ese era mi único lugar, como si jamás hubiera vacilado ante aquella certeza de la niñez: "cuando sea grande voy a ser maestra".

2 de julio de 2011

Devenires

Y los días transcurrieron entre Moritz y las horas de escuela.

Y no, esos lugares, tan conocidos por mí, no me avisaron nunca que así sería.
Porque sí, ha sido un regreso a las aulas, de donde nunca debí alejame, como si no hubiese tenido claro desde siempre, el destino que sabía elegido. Futuro que hoy, se visualiza cercano.
El asunto se complicó cuando, después de más de una década de encierro estipulado, la fecha final llegó. Sí, esa que intenté adivinar tantas veces; juegos de números y señales que me permitiesen anticipar cuando, el paréntesis casi interminable, concluiría.
Se trató también de darme cuenta que, como casi todo, nada es para siempre; y que cuando nos sentimos caer ante la rutina impuesta, sin embargo, la mayoría de las veces, hay un después.
Comprobar que para los lazos que creamos no hay respuestas conclusas, ni generaciones que lo impidan. Que alguien con quien conviviríamos a diario, desaparecía de nuestras vidas, sin que siquiera hubiésemos descubierto el por qué del encuentro y sí generado un vínculo. Nueva lección de desapego. Nuevos choques con más verdades, que llegan sin sigilo, sin máscara. A modo de impermanencia.
Las letras latinas, casi imposibles, que me retrotrajeron a un año 88 ya muy lejano, donde una hoguera a modo de ritual, convirtió en cenizas aquella tortuosa etapa. Y hoy, tanto después otro volver, y volver y ver que se podía. Primer insight del trayecto.
Y se podía también recordar lo que ya sabía, que lo francés, el francés y en especial sus músicas y sus libros, están en mi esencia. Y sentirme unida al cosmos entre papeles de Gallimard, y manuscritos de tantos que fueron tan míos desde siempre. Desde que aquella casualidad venturosa, a los seis años, hizo que protagonizase tanta vida.
Y pasear por un Petrarca enamorado de otra Beatrice, recorrer el infierno de la mano de Virgilio, cánticos y laudas, apologías, tesis, crítica y verdad, y entonces encontrarme en Barthes y pelear con Deleuze, y enamorarme de La Rochelle, y concluir siempre en que a él, nadie lo alcanzó, ni nadie tampoco lo superará. Y que ha sido causa de miles de razones.
Escribir instrucciones para el olvido, intentos proustianos de llegar al ilusionismo, devenir en un sueño ya contado, y que esta vez sí genere un ida y vuelta, una razón de haber sido.
Que Sócrates, Platón, Hegel, Pieper y Nusbaum, me convencieran en horas de que sí valía la pena. Y en medio de tanta rutina veloz, e ineludible, esa ventana; verte, verte de improviso y esconderme, verte y no arrepentirme de lo vivido. Y retomar el diálogo, y que algo se movilice aún. Y los silencios inexplicables, tácitos. Recorrer con vos lugares del ayer, hoy ya desvinculados del recuerdo; no vacilar ante el perdón...
Alejarme del tránsito y circular desvíos. Convencida de ser mi mejor compañía, la única; indefectiblemente incondicional y eterna. No sé si hay tantas señales de hacia donde vamos, sí creo saber de donde venimos.

Que ya sea un año sin nosotros. Saber que existís por los otros; ironía impertinente.


8 de junio de 2011

8.6.2008

Los aniversarios despiertan temprano. Aparecen entre sueños cuando aún no es vigilia, y a modo de película eslabonada, estrepitosa e insistente, nos someten al balance innecesario de aquello que ya fuimos ; tal vez hace muchísimas horas, días, semanas, meses, años o décadas. Se trata de anuncios, de imagenes de un ayer ausente, presentes en el recuerdo vivo.
Hace muchos días, que un día como hoy amanecía en un mar. Mar de claridad y revelación que ante el entorno se volvió confuso, inexplicable. Certezas que ante el otro serían incongruentes.
Pensé que nunca, pero nunca nunca olvidaría aquel día. Un día muy largo que empezó cerca de las diez de la mañana, en un piso muy alto, cuando aún sonaba en mis oídos la conversación de la madrugada; e indefectiblemente esas dos orillas, las del río que nos separaba y las del corazón, vibraban ya acompasadas. Cuando ignorábamos que la promesa del reencuentro inminente, nos demoraría por las trampas del azar, veintiún meses.
Ese futuro que parecía no llegar jamás, hoy pasado, sí tendría su espacio, sí mantendría vivo el mañana, deuda pendiente, y sí me imantaría a vos y a tu recuerdo por siempre.
El mar estaba gris. Sus calles coreaban un triunfo también postergado, el del día después de un nuevo campeón, que ya en su bar imperio habría sabido cantarnos mucho tiempo antes él. Era domingo.
Hubo testigos. Encuentros y desencuentros. Pasajeros de secuencias sin retorno.
Fin que vislumbraba un comienzo tan retrasado como merecido; cuando muy cerca y a lo lejos cicatrizaban los acordes de aquel saxo.
Anticipos. Vibraciones grandilocuentes. Verdad. Eso fue.
"Los arboles mueren de pie".
Pero el encierro sobrevino a la trampa. La experiencia compartida de una hermandad temporaria que costó trascender. El caos. El laberinto.
"No te apures, no hay donde llegar"...
Pensé que volver a ese mar sería imposible, sin embargo, lo logré quince meses después en compañía impensada. Hoy tan distante. Inverosímil.
Curioso como el ayer puede ser tan hoy, y el hoy puede sentirse tan lejano. No cesaré jamás de preguntarme si por elección, incongruencia o irrefutable destino.
Cómo sentimos no haber sido jamás partícipes de un algo muy reciente, y puede resultarnos imposible borrar la huella anterior.

Vendrían muchos pasos, kilómetros infinitos, calles que transité por vos; buscando enterrar tu recuerdo y el dolor de tu ausencia irreparable y definitiva. Adiós tácito, implícito.
El movimiento suele allanar la encrucijada...
Hoy transito desvíos de impermanencias, compromisos demorados. Una meta de por vida.
Hubiese sido imposible anticiparlo, cuando un bolso amarillo, un abrigo montevideano me llevaban sin rumbo definido, por las calles de ese mar testigo.
Me pregunto cuándo fui más yo. Cuándo sumé más certezas. Más utopías.

23 de mayo de 2011

De trampas y destinos

Fechas y números cargados de simbología. Tenues sus sombras; innegable su poder y autonomía.
Los días veintisiete, han marcado fines. Finales sin camino prefijado, con curvas y desvíos inciertos, dispuestos al azar. Y estremece la distancia sin tiempo; el paréntesis del que todo ignoramos.
Escenarios y escenas que han dejado huella imborrable; senderos sin cauce.
Hoy no estás vos, que estuviste siempre y testigo fuiste de cada uno de mis actos, y razón de la mayoría de mis elecciones, circulares, sin espiral ...
Tampoco vos, que parecías el futuro; el día después que por fin llegaba.
Y este final imprevisto de una quietud de años. Esa mañana donde nada lo anticipó, excepto que se trataba de un veintisiete una vez más.
Que allá, donde todo es era naranja, el proyecto se postergaría. Que el presente está plagado de incógnitas y que tu tierra, Maestro, pareciera no invitarme.
Tantos lugares, gentes, situaciones, dijeron adiós, que cuesta vislumbrar hacia donde. Que la meta requiere de cuatro años, en medio de este aluvión enorme, que sobrevino a la ficción de una quietud estipulada, pactada.
Cedemos. Cedimos a anhelos, a la multiplicidad de rutas que en estos años pudiésemos haber transitado. Cedí mi sur, y un camino de a dos.
Cedemos a ser por si acaso.
El abanico se despliega, son pocas las pistas, mucha la cicatriz y escasa la utopía. Envuelve el vano, la incertitud, el dibujo de un ayer que arremete. Inmersos en un mañana que indefectiblemente será, aunque ignoremos los indicios. Si es que de verdad existen...
"A los que no cayeron en la trampa de un destino ordenado", decía Onetti, anticipando que años, muchos años más tarde, uno de dos entregaría el mañana al viento.

4 de mayo de 2011

Secuencias

Mañana de sol. Tarde gris. Domingo veintisiete. Los veintisiete pasan cosas...
Y te convertiste en sólo una voz a metros; cuando nos distanció la distancia y se lavó el recuerdo, de la que era cuando aún no. Cuando eras presencia y sueño, y los adoquines, testigos únicos del amor incipiente, herido a duelo, sin más mañana que el grito de auxilio del segundo sucesivo.
Ventanas y puertas de otras casas, de otros mundos, que no serían nuestros.
Teatros de escenas inciertas.
Te deseé infinito. Se estremeció el pecho, la garganta y eras el motivo de mi duelo.
- Un mes y un día.
- Veintún meses y veintiún días, un día veintiuno.
Te quiero sin querer, mas no quiero. Ya no quiero. Ya no creo. No sueño más mañanas, y el abismo arropa.
Se humeden los ojos, que hoy eligen llorar tu descuido. Tu molestia y destemplanza.
Una habitación del Puerto húmeda y gris. Gris de junio.
Detonaba el deseo. Erosionados. La promesa y ficción de un hasta luego.
Mil mañanas que ya no serían, y éstas manos que hoy escriben, en el ayer te tuvieron.
Sangré de dolor. Me despojé como un otoño en pleno invierno. Te quise pronto y mío.
Ni justo ni necesario, amarte.

18 de abril de 2011

Difuso

Aluvional
Incongruente
Difuso

Sazonar los días

Presente en la ausencia
-----------------------viva en mí

Distancia
Vastedad
Confín

Ayeres abigarrados

En tus imagenes busco
-----------------------la señal
el desenlace

Descubierto de postura y disfraz
lo recorro, mío

Nos fundimos inconscientes
instintivos

Ajena a tenerte

Aluvional
---------------Incongruente
-----------------------------------Difuso.

3 de abril de 2011

Aluvional


Don de la anticipación o la casualidad venturosa. Doce meses de transformación, muerte y resurrección. Ahinco en la meta y fortuna en el desvío.

Lo más preciado se tornó esquivo. Sueños alcanzados. Olvidos necesarios. Tu mano en la mía. Vos en mí.
Y estás conmigo. Porque la duración de los sentimientos no tiene que ver con una medida en el tiempo. Y seguís aquí, habitándome en cada instante y en cada paso.
Caminos imprevistos, inciertos. Nuestra imagen juntos se desdibuja, lejana, casa irreal; con la consistencia de un sueño.
Ciento ochenta días en pausa inevitable, la misma que tiempo atrás hubiese sido insostenible; cuando cada minuto causaba un nuevo laberinto y cada instante un abismo insondable. Zozobra, incertitud, espera.
Porque habían sido dos los años de espera, desde aquel abril que precipitó el caos. Tu partida. Tu determinación volcánica.
Sobreviví, sobreviviendo. Se trató de eso, de remar un bote encallado que en verdad ya no deseaba avanzar; sin camino, ni sueño posible.
Mayo traería otro adiós. Tu regreso y un fin tan necesario como infausto. Aún me cuesta creer que después de una vida, la tarde que determinaría el último día, lo ignorábamos. No sé como sobrellevaría hoy tu muerte si no hubiesen existido aquellos llamados que nos hermanaron para siempre.

Y fue la última noche del mismo mayo cuando te vi a vos por primera vez, injustos los pasos, el inmediato después, las noches separados y unidos por aquello hilos invisibles que nos volvieron esenciales, vitales.
No, no te comprendo ni comprenderé. Jamás.
Claro, lo habías dicho, era una cápsula atemporal y eso no respaldaba un futuro cotidiano, un día a día juntos y de a dos. No más horas excepcionales sino minutos simples, llenos de nosotros.
El corazón quedó atenazado con tu abrazo formal y la mentira. Con el silencio previo. El total descuido. Quién serás hoy. Te acordarás de mí, en este instante cuando te nombro, rodeado de otras voces. Cuándo pasen los años, cuándo pase la vida.
Cuándo fue que me volví prescindible, que ya no importó que todo declinase y la espera se convirtiera en letargo. De sueños. De futuros distintos.
Lo irremediable se tornó imprevisible y carente de significado.
Buscadores de causas y efectos, de una suma de por qués resueltos...
Esto fue así porque me mudé aquí y ella sugería escribir, y entonces fue el azar y un hechizo de años hecho al fin palabra...
Venías desde lejos y te quedaste para siempre. Sin razón y con este ahora muerto de pena.
El patio de los naranjos venía con destino escrito. Descifrarlo, elegir, sentir, vivirlo. Y fue lindo mientras duró. Insólito. No me reconozco en la mayoría de mis actos. Y extraño a la que empezó a ver el mundo en naranja...
Qué no decline la fe, las fuerzas, ni ese creer en el otro que hoy cuesta mucho. Porque fallaron tanto... Exageraron. Prometieron imposibles. Suma de encuentros que hoy dan cero.
Mi sur también era posible y el destino parecía devolverme a mi lugar. Y podría haber sido definitivamente ahí, en mi patagonia de las hadas, o en la Suisse de l'Amerique, pero no. Y tal vez el áncora detuvo precipicios.
Si todo pasa por algo, si no hay huella en falso, si hace un noviembre se abrió un camino que nunca cesó de bifurcarse en muchos otros y de modo aluvional generó esta nueva curva, el sendero encauzado, demorado destino, o el definitivo acierto.

25 de marzo de 2011

Heridas

Absurdo testigo ausente
Compraste una
muerte anticipada
Sabiduría ciega
Profecías inimputables
Espectador de actos
---------------------ajenos
Tu imagen irreal
----sssssese se desdibuja
------------- ------ vacía
-------------------- ligera
-------------------- casual
Mi error
-------- tu certeza.
Mi entrega
-----------tu descuido
Comunión
Distancia
Frío

20 de marzo de 2011

Noviembre 2010

Creo que llegaste en el peor momento del año. Llevábamos tres sin vernos y tanta vida en el intento...
Hubiese renunciado antes de tiempo, si en aquel momento cuando te fuiste, hubiera sabido todo lo que sin vos iba a tener que afrontar.
Me acuerdo que era octubre. Yo venía de festejar mi cumpleaños, el último aunque lo ignorase, en el que estaría brothercito. Vos habías viajado a Paría por aquella entrevista de trabajo; cuando a tu regreso me comunicaste que lo habías logrado, y que te quedaban diez días en Buenos Aires para armar tu mudanza. Costó creerlo.

Una vez más, "amigo, extranjero, compañero de deporte y partner de cine", dejaba el país. Demasiada figurita repetida. Parecía un hechizo. Suma de ausencias impensables. De esas que creemos imposibles de sobrevivir.

Sin embargo le pusiste mucha alegría brasilera. Y por una vez en la vida logré apartar el tango. Era tanto lo que ironizabas con tu partida, que alcanzabas el punto de que uno desease, que te fueras ya. No habían pasado ni seis meses, cuando una tarde de abril, me animé a contarte que él ya no estaba, que se había ido para siempre y de la peor manera. Que era él quien había decidido su ultimo ocaso.

Creo que la primera vez que lo lloré fue con vos. Tu hermano no, gritabas, y ahí lograste que me quebrara. Era mi hermano.

Tu suma del 1 + 1 = 2 y no 3, para explicar el por qué no de mi relación nociva con Gabriel. O el amor que Claudio sentiría "quizás" por mí, y que vos no podías medir. Pero los hechos sí. Esos sí podías. Los actos. Y brillaban por su ausencia.

Recuerdo que en un momento dado decretaste que ya era tiempo. Tiempo de basta, de ponerle punto final al sufrimiento. Eso incluía el regreso de Claudio a Bariloche, ya que a mí no me correspondía, ni era nada justo que en pleno duelo del dolor, me siguiese haciendo cargo de alguien, que sólo acudía a mí en sus tiempos malos.

Pero como te decía, llegaste en el peor momento, en el de la pausa. El del letargo, esa especie de plancha forzada que sobrevino después de agosto. Porque fue la segunda muerte en dos años. La segunda persona que más me importaba en este mundo, y sin embargo. Tal cual él mismo lo anticipó "sería muy feliz desde la primer noche del otoño". Aunque él ya no estuviese...

Un mundo de letras y papel. Cambios imprevistos, impensados. Vos. Por fin vos. Todo fue de verdad y sin embargo, hoy tan lejano.

Nos habíamos contado tanto, que de a ratos sobraba el tiempo. Todo gracias a los ciberespacios, porque más de mil días nos separaban de aquella esquina de Charcas y Julián Alvarez, donde nos dimos un gran abrazo y un cortito chau.

Y la plancha ahora era de a dos. Tus horas infinitas. Las mías. Nadie esperando en Francia, que volvió a ser tu país. Nada ni nadie. Regresarías a lo que habías dejado, una puerta cerrada que nuevamente abrirías solo, y con un futuro incierto.

Un porvenir que de a ratos pareciera carecer de azar, de curvas, de desvíos.

Un intervalo en el tiempo que no cesa.

Y sé de tu sensación de no estar invitado a un mundo de fiesta. A ninguna parte.

Y me quedo sin palabras, no se me ocurre que decirte. Como hacer para que tengas ganas de. De algo. Para que vuelvas a confiar. Que recuperes esa chispa que te convierte en esa personita tan distinta.

Porque, ¿te acordás que cuando seamos viejos, seguramente nos arrepentiremos de habernos quejado y sufrido por tanta nimiedad? Cuando entonces sí no haya tiempo y recordemos que todo estaba por hacerse, por darse.

Ayer cuando supe lo de Flor, pensé también en vos. En vos que esta vez por tu propia decisión decidiste apartarte. Aislarte. Cuando sin embargo, la tarde del 24 de diciembre me despedías en esa parada de autobus, como si después fueses a estar.

Pero al otro día, cuando regresé a casa, me di cuenta de que no. Una vez más ya no vendrías a tomar tu café en tu tazota borgeana, o a tirar la puerta a golpes para que te acompañe a hacer deporte a Palermo, o a preguntarme miles de veces ¿como estás?

Ya no charlaríamos en francés en el bar del lector. Ni ironizarías con mi casa de enfrente. Sí, la del café literario de la calle Las Heras.

Sin embargo me aseguraste que el 2011 sería nuestro año y ni siquiera ahora aceptás objeción. Recién comienza, contestás.

13 de marzo de 2011

De azares y desvíos

Nada indicaba el fin. Nada.
Sí hubo besos, un demorado perdón. Tal vez una manera de amor. Una almohada compartida. Un desayuno cotidiano. Sin protocolos, sin disfraz, como desde siempre.
Ella no supo ver. A pesar de que por primera vez descubría a esos testigos, que bautizó al revés. Aquellos edificios, que en la manzana de su infancia miraban de frente.
Sin saberlo habían sido vecinos desde siempre. Desde que ella iría seguramente a la escuela primaria y él anduviese ya por alguno de los múltiples destinos que abarcaron su carrera.
Hubo renuncias que más tarde se tornarían irremediables. Espacios cedidos. No supo ver. No quiso acaso. Burlas del destino.
Siempre fueron tres. Desde el primer día, cuando lo imprevisible suscitó presentes, que decidió vivir.
Paréntesis que la hizo sentir viva, capaz de generar destinos, futuros distintos. Sin culpa.
El lo ignoraba, aunque el ser humano estuviese basado en la libertad. Ignoraba, que no sin lágrimas, encontraría otros brazos que sabrían protegerla del temporal. De tanta incertitud.
Que fue él quien tal vez pudo acompañar, tocar, sanar, esos rinconcitos reservados a los amores de siempre. Los lacrados, los de toda la vida.
Fue tal vez un encuentro atemporal. Un reencuentro. Una deuda de otro tiempo. Un amor tardío.
Sortearon obstáculos. Miradas. La propia y la ajena. Una pausa de a dos con rumbos inesperados.
Un océano expectante podría haberlos unido o separado para siempre.

-¿Me epstraniaste?
-¿Sí!, y vos? Cada día te tengo más cariño, afecto y mucho más.
-Quiero saber del mucho más.
-Que te estoy queriendo demasiado y te vas a ir.
Que como te quiero también deseo que tomes la mejor decisión, que quemes todas tus naves antes de definirte por la Patagonia. Aunque, nunca te ví tan felíz como en tu Sur...

Que su sueño era la Ciudad Vieja lo supo desde el inicio, desde aquella noche que solos y rodeados de desconocidos el destino azarozamente los unió, sin reparos, sin los "no por si acaso". Entre letras manuscritas en un libro de Lugones y Guiraldes, entre hacedores, enigmas del tiempo, tigres, espejos y laberintos.
Que esa habitación no existía, que ella no la había visto, el nombre de una mujer lo delataba, dolía una mujer en todo el cuerpo.

Que se extrañan. Sí, seguramente. Que ya no es el orgullo, sí quizás el temor, el miedo al olvido.

-¿Cuándo fue que me dejaste de querer?
-Nunca. En realidad te avisé que te estaba queriendo demasiado. Intenté empezar a irme sin que te quedasen dudas de que estabas haciendo lo mejor para vos. Me sentía responsable ya de algunas decisiones. De mucho.
-Pensé que ya no estaba bueno que te vieran conmigo.
-Nada de eso.
-Nunca te agradecí que no eligieras "las comedias" y nos mostrasemos ante todos desde el primer día. Me dio miedo. Costó. Siempre tan dependiente del otro. No sé... pero nunca te lo agradecí.

Una ruta muy gris desde Tigre invitaría a aquella primer tarde compartida. A ese volver a ser de a dos.

-Aunque no lo creas, ese sillón, o el cuaderno que me quitaste de las manos cuando corregíamos los escritos, no los voy a olvidar nunca.
Detrás de cada broma, de las peleas inventadas, comenzaba a existir una necesidad de nosotros, que estaba queriendo ser, que ni yo pude ver.
-No entiendo por qué no lo vivimos...
-¿Te acordás que te perdoné? Tenía montones de discursos preparados. Palabras que en esos meses ahogaron.
-Lo sé. Estuve pésimo.
-Que las parejas no eran para siempre. Que era error de hombres y mujeres considerarlo así. Que había que admitir distracciones. El mantener seducido a la otra persona, y toda tu tesis...
Lloré mucho. La mañana te la adjudicaste. No tuve fuerzas para salir de casa. No te hubiera perdonado no estar en Proa, ese domingo por la tarde, con mi Levrero luminoso.
Sabés, a pesar de los meses que pasaron, de la distancia que evidentemente decidiste tomar, me duele. Incoherentemente compartiste conmigo mi mejor momento. Lo que toda la vida soñé. No sé por qué lo hice así. No sé por qué no lo evité...
Lo quería tanto, y desde hacía mucho tiempo.
Sí, que me encantaría tener noticias tuyas. Saber de vos. De tu última hazaña, la cortazariana. Ah, sabés una cosa, tu música no sólo se dejaba escuchar, me encantaba.
Siempre te dije que no olvido nunca, pero perdono demasiado. Y estás cerquita. Acá. En mi recuerdo y en mi presente. Porque es hoy que decidí contarte como fue nuestra historia. Esa que termina con un beso, en una mañana de sol en Palermo, cuando empezabas uno de los lunes más lindos, por todo lo que ya habíamos compartido a esa hora del día. Cuando los pájaros, esos que en primavera empiezan a cantar a las cinco, nos despertaron abrazados.

6 de marzo de 2011

Brívidos

Sí fuimos de verdad
o piadosa pausa
por horas, días, meses
La distancia anidaba en el pecho
Finitos
sin un mañana que justificase tanto ayer
..........................................................muerto de pena
de pérdidas, de olvido
Cosmos infinito
de certezas despiadadas
Eternidades sin razón
Nos perdimos en el azar venturoso
.......................................................en el desvío.

27 de febrero de 2011

Hacedores

Ciudad que acorrala

aisla

distrae

Desafiante

se empeña

Expectante




cautiva

Retrato de un ayer empañado




testigo

ausente de verdad

Vivos en el presente incierto

sin huella

Los adioses se desdibujan

ajenos, lejanos

Éramos

Soy

Sos.


17 de febrero de 2011

Retazos

Agonía del instante efímero
que sabía eterno.


Temí tu recuerdo
Vacío

La ausencia me habita
Aromas

Sabores

Palabras
Silencios

Recortados
Distantes
... Seremos olvido

7 de febrero de 2011

Manera del tiempo

Lejana acuarela

tamizada, extraña

Te pienso en verso

Enigma

Distancia

Otredad

Costumbre que nos repite

Tiempo circular

Sin motivo

Sin fin

31 de enero de 2011

Distancias


Huir de la sombra que arremete

sigilosa, pendiente

Agobia, nubla, descree, palpita

Amarte así

El resto se transforma en nada

Si tal vez ya no estuvieras

quedaría el espacio y el vacío

Todo daría por el recuerdo

de ese encuentro que no fue

Por el olvido

Distancia que estremece

duele

El ahogo que dejó tu ausencia

Sin razón

Sin rumbo

Sueños dormidos

25 de enero de 2011

De estados y figuritas repetidas

Hace muchos pero muchos años, allá por el noventa y uno, mientras a mi rutina la condicionaba un trabajo y la facultad, supe por primera vez de qué se trataba eso de asfixiarse aunque estés en medio del verde, o bien sentir que vas a una velocidad que no es la real. Algo así como ir más rápido cuando nuestro paso es lento, o viceversa. Y tanto más.
Entrar a un espacio cerrado y sentir que todo gira, marea. El ahogo podía darse en medio de mi ya entonces "Patagonia de las hadas", en mi clase de geografía universal (mi materia favorita), o bien en el ámbito laboral de aquel entonces. Un espacio que amaba tanto como dañaba. Dolía el dolor. Vida y muerte allí no eran sólo dos palabras. Ameritaba tener emoción cero, el andar calmo. Pero esa especie de síndrome de la perfección, de autonomía, de la capacidad de acción inmediata, que me caracterizó siempre, aceleraba el ritmo.
Más de un mal intencionado (o sincero en alta dosis) sentenció que ese malestar, ese fuera de foco, me acompañaría hasta el fin de mis días.
No han sido pocas las veces que me planteé cuanto podían haber tenido de razón con respecto al vaticinio...
Claudio, quien intentaría por todos los medios sacarme de ese entorno, argumentaría ¿cómo te sentirías si te doy una licencia en el Caribe, pero te aclaro que tengo un león atado y que terminados los dos meses, ese león te va a comer?, ¿Podría ser felíz, relajarte y disfrutar? Aquellos días, sesenta exactos días, de hecho de nada sirvieron.
Su intención -vehemente, transparente- era que pudiese por fin desprenderme del lugar que por estar definida como "ser esponja", me perjudicaba por demás.
La gente debería acudir a mi en su mejor estado, vacacionar por ejemplo (de hecho turismo era la carrera en curso). Y allí, muy por el contrario, en el mejor de los casos se trataba de un nacimiento, pero en un ochenta por ciento del riesgo de vida.
El punto fue que no me animé. Por apego, por seguridad, sumado a un sentimiento muy fuerte hacia la persona que prescribía el consejo.
De irme, dejaría de verlo. Nunca me hubiera animado a decírselo.
Tres años después, y hasta dieciseis años más tarde cuando la muerte se lo llevó, se convertiría en mi compañero, en mi alma par. El ser que más amé.
Volví, resistí, y sólo me fui cuando "su secuestro inminente" me impidió volver. Comenzamos una vida juntos.
Ya son tres las veces que ocurre lo mismo en el lugar que me prostituye desde hace más de una década. El que impidió mi regreso a Patagonia, y que nuestra historia continuase en espiral y no circular. Tres las veces que por distintas razones necesité indefectiblemente alejarme.
No sabés el nudo de estos ciento ochenta días. Seis meses donde "el león atado" tenía fecha de excarcelación. Medio año que me llevaría por distintas rutas, sueños, proyectos de cambio, que hoy vuelvo a ver tan lejos. Como si todo hubiese conspirado para que así fuese. No sabés cuánto intenté adivinar, intuir, qué hubieras dicho esta vez.
Fue mucha la compañía, tantas las distancias, la suma de opiniones, y el laberinto propio y solitario. El mismo que hasta hace menos de dos días no encontraba el centro, y volvía a sumergirme en un abismo sin retorno.
Redescubro que la llave maestra consiste en no previsualizar, en no alejarme de la realidad. En mi caso personal, fomenta la utopía. Lidiar siempre con hechos concretos. Dejar ser. Tener la certeza que toda confusión, toda agitación, no es nuestra.
Somos luz, brillo, y aquello que nos opaca, simplemente no nos pertenece.

8 de enero de 2011

Ausencia

No, esta vez no. Ya no. No sabrás que una mezcla de escozor y escalofríos invade todo el tiempo. Que brotan las lágrimas, se anuda la garganta y se afloja el cuerpo. Que no hay fuerzas.
Que me estremezco al pensarte, que cada instante es tu recuerdo. Que envidio a la que te tuvo, a la que se abrazó a vos y después del silencio dio el primer beso.
La misma que nunca partió, y no, no podría olvidar que tu mano invisible durmió en su vientre desnudo, tenso y casi ajeno.
Cómo olvidar cuando tus labios lo besaron, se cobijaron y abrazaron a él. Cómo borrar la desesperación por tenernos. Fue mirarnos y entregarnos, zambullirnos en ese otro que ya era tan nuestro. Desaparecieron los abismos, los miedos. El todo y la nada cobrarían motivo.
Más tarde otra vez la distancia abrazaría el cuerpo, faltaría el aire, sobrarían lágrimas. Pero aún éramos.
El vacío de tu ausencia detuvo mis días. Sólo acompaña el brívido, el dolor, la desazón, la angustia, el sin sentido de todo, si no volviese a tenerte.
No, no quería que pasara, ¿curarme de vos?, esta vez quería quedarme. Te quería en ella. Desde esa noche del primer otoño que me imantó a vos para siempre.
Sí, hubo un tiempo que fue hermoso, el tiempo del reencuentro. Porque fue mirarte y reconocerte. Fue luz y energía. Fue creer, y que el pasado y tanta espera, cobrasen razón de haber sido.
Esta magia no es de ahora, viene de antes, de mucho antes, de cuando quizás aún no estábamos. De otros tiempos, de otros lugares.
Te lo dije la primera noche de otoño, lo dejé también escrito, no me animé a repetirlo. Tal vez sea eso lo que anuda el pecho.
Si te preguntan por mí, que dirás. Qué ganaron ellos. Qué venció el "mejor no por si acaso". Qué faltó comprenderte. Qué no era tiempo.

3 de enero de 2011

Abismos

Obligaba creer en esa ilusión habitual de los principios. Sin embargo, habíamos sorteado la distancia de veinte meses, para despedirnos intempestivamente para siempre. Lo ignorábamos. Te cercaban las mismas mentiras, el no arriesgarte por lo que decías querer y habías querido desde siempre. La muerte sorprendió, y no te le negaste.
Once meses ya. Los días veintisiete pasan cosas...
Un veintisiete también, fue la última vez que te vería, con la promesa de un regreso en horas. Aún recuerdo cuales fueron mis palabras, intento dormir pero te siento.
Y sobrevivieron los días. Me alzé cada vez más y vencí cualquier adversidad. Y sí fui de otros, sí lo fui.
Yo sí sé amar, e intente creer, creerles. No fue una la lágrima, ni uno el despecho. Hubo dolor, sí lo hubo. Hubo desesperanza, desilusión. Volví a confiar. Aposté. Perdoné también. Sí, yo sé perdonar. Quizás demasiado.
Me rodeé de gente que quise y me quisieron. Celebré también. Escuché. Me lastimaron. Intentaron que descrea, no lo lograron. Busco motivos. Me faltan.
Lo mínimo se derrumba. Cuesta mirar para adelante, creer en lo genuino de un sentimiento.
Qué no sea imposible volver a confiar. Qué no se trate sólo de encuentros.
Tus palabras me sumergen en un nuevo abismo sin dirección. El vacío posterior, el de la ausencia.
No hay flechas. No hay razones. Escasea la fuerza. Me pregunto por qué no me fui con vos...
¿Y por qué lo dejaste si aún lo amás?_ pregunto él. Porque por una vez debo quererme a mí. No puedo perdonar tanto descuido, ¿desinterés?, ¿desamor?
No obstante eso, recaigo, retrocedo, y pido perdón. Una vez más te hablo de lo que aún siento, de lo que permanece intacto. Del sentido que para mí tendría que pudiésemos volver a mirarnos.
No, no puede ser verdad. Tan lejos y tan cerca. Dentro mío. Y en un instante se desvanecen los grises, el dolor, la muerte, el arrepentimiento, por lo que tantas veces no fue. Una suerte de razón. Se aleja el temor y el terror de lo sucesivo.
Y si sólo se trató de una ilusión depositada en vos, que así sea.

 
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