8 de junio de 2011

8.6.2008

Los aniversarios despiertan temprano. Aparecen entre sueños cuando aún no es vigilia, y a modo de película eslabonada, estrepitosa e insistente, nos someten al balance innecesario de aquello que ya fuimos ; tal vez hace muchísimas horas, días, semanas, meses, años o décadas. Se trata de anuncios, de imagenes de un ayer ausente, presentes en el recuerdo vivo.
Hace muchos días, que un día como hoy amanecía en un mar. Mar de claridad y revelación que ante el entorno se volvió confuso, inexplicable. Certezas que ante el otro serían incongruentes.
Pensé que nunca, pero nunca nunca olvidaría aquel día. Un día muy largo que empezó cerca de las diez de la mañana, en un piso muy alto, cuando aún sonaba en mis oídos la conversación de la madrugada; e indefectiblemente esas dos orillas, las del río que nos separaba y las del corazón, vibraban ya acompasadas. Cuando ignorábamos que la promesa del reencuentro inminente, nos demoraría por las trampas del azar, veintiún meses.
Ese futuro que parecía no llegar jamás, hoy pasado, sí tendría su espacio, sí mantendría vivo el mañana, deuda pendiente, y sí me imantaría a vos y a tu recuerdo por siempre.
El mar estaba gris. Sus calles coreaban un triunfo también postergado, el del día después de un nuevo campeón, que ya en su bar imperio habría sabido cantarnos mucho tiempo antes él. Era domingo.
Hubo testigos. Encuentros y desencuentros. Pasajeros de secuencias sin retorno.
Fin que vislumbraba un comienzo tan retrasado como merecido; cuando muy cerca y a lo lejos cicatrizaban los acordes de aquel saxo.
Anticipos. Vibraciones grandilocuentes. Verdad. Eso fue.
"Los arboles mueren de pie".
Pero el encierro sobrevino a la trampa. La experiencia compartida de una hermandad temporaria que costó trascender. El caos. El laberinto.
"No te apures, no hay donde llegar"...
Pensé que volver a ese mar sería imposible, sin embargo, lo logré quince meses después en compañía impensada. Hoy tan distante. Inverosímil.
Curioso como el ayer puede ser tan hoy, y el hoy puede sentirse tan lejano. No cesaré jamás de preguntarme si por elección, incongruencia o irrefutable destino.
Cómo sentimos no haber sido jamás partícipes de un algo muy reciente, y puede resultarnos imposible borrar la huella anterior.

Vendrían muchos pasos, kilómetros infinitos, calles que transité por vos; buscando enterrar tu recuerdo y el dolor de tu ausencia irreparable y definitiva. Adiós tácito, implícito.
El movimiento suele allanar la encrucijada...
Hoy transito desvíos de impermanencias, compromisos demorados. Una meta de por vida.
Hubiese sido imposible anticiparlo, cuando un bolso amarillo, un abrigo montevideano me llevaban sin rumbo definido, por las calles de ese mar testigo.
Me pregunto cuándo fui más yo. Cuándo sumé más certezas. Más utopías.

 
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