28 de febrero de 2012

Abrasa


Nunca fueron las estrategias. Las ignoro. No me creen. El azar más casual rige. 
No sé de artimañas, me evitan. Perdí.
Y amanece tu imagen que oscila en mí;  la que trajo anoche la lluvia, y sumó los meses sin vernos. Trajo tu voz, las miradas, el acierto. No vacilábamos, y a  pesar de todo, la certeza...
No sin confusión ni miedo; el deseo gobierna. El amor se esconde, se avergüenza de ser; de errar expectante. Abrigado en su guarida.
No había alusiones ni respuestas. No me decías nada.
Y refugiada en mí, me entrego; sin embargo. No te alejo, no te evito. He regresado sin artilugio, desprovista. Tu ser me abraza, me cobijo en vos; sin escudo. No hay murallas ni blindaje y sé, que no habrá revés, que nada cambiará luego. 
Sé de esperas y silencios.  No fue el enigma, fue el descuido. Fue no creer, porque de eso se trata. Casi al límite abandonamos: no, no era verdad. Defendidos.
Te dolió el amor. 
Me pregunto por tus noches, por esos regresos. Los domingos tan nuestros... 
Extraño tus brazos, los que me amparaban esta madrugada. Te extraño tanto. 
Me despertó el llanto; la nostalgia de nosotros aún anida; se quedó conmigo.
Sé que suena absurdo, inconcebible. Me toca. Resuena. Insiste. Abrasa.
Estropeamos un mañana posible, y tantos amaneceres. 
Qué fue que fue, que logró la distancia y el desafecto. 
Aquel, ese otro que nos completaba y sumaba; bastaba su ser. Hoy es nadie. Hoy es nada. Hoy es nudo.
Cuando las piezas ensamblaron y la ventura, y no inculpábamos porque todo pasado mereció haber sido. 

El gris y la vigilia te desplazan. 

23 de febrero de 2012

Antinomia

Somos seres divinos viviendo una experiencia humana

                                                               
Ampara el anhelo de que llegue acompañada; de la mano de la misión cumplida, del deseo satisfecho, del aprendizaje implícito; sin embargo, impera en el instante menos preciso, en medio del cotidiano más usual, de la rutina más vana. 
No nos deja sabor a calma. 
No arremete después de la meta alcanzada, sino en el intento. 
No nos sorprende saciados, consumados; completos. Con la prisa de estar yendo a ningún lado.
Porque, cuántas horas, repletas de minutos y segundos infinitos; días y semanas muertos de pena, sin la certeza del hallazgo ni la emoción de lo distinto. Habilidad adquirida por la conformidad. Secuencias inagotables de días que no se dejaron ser; cuando ya siquiera martiriza el hartazgo, cuando basta lo indispensable para sentirnos plenos, casi íntegros. Vivos. 
No habíamos hallado el amor, después de uno y mil intentos; ni la hora al fin nuestra, ni el momento preciso. No había habido certezas y sí la incertidumbre; extravíos.
No nos había alcanzado ni el sueño ni la gloria, no perfilaba aún la claridad ante el camino incierto; arduo; mil veces idéntico, con el reparo puesto en un mañana por fin distinto; en el día que no fuese ni igual ni semejante. La hora pareja. 
No se emparejó la suerte. No hubo mensaje, conclusión, ni anticipo. 
Aún  faltaba sentirse dueños, hacedores últimos. Simplemente éramos. 
Remata, ultima. Sin mensaje previo. Sin razón. Basta el antojo, el capricho. 
Con el derecho como utopía. Cedemos; absurdos; reticentes.
Volveremos, tal vez, a aquel lugar del que olvidamos haber partido. Se trate quizás del epílogo, o apenas del inicio. Cuesta asumir la posibilidad de lo definitivo. 
Imperecederos, sumamos, porque aún resta tiempo.
Cavilamos entre pretextos bien buscados; devaneo casual. 
Construimos, dejamos huella; lacramos. Nos lacran.
Pasajeros sin retorno, que ignoramos la línea de llegada. El después.
Olvidamos el motivo. 

9 de febrero de 2012

Cíclico


En aquella tarde de abril, nada anticipó el encuentro. Pudo tratarse de instantes; efímeros, que no pasarían a transformarse en recuerdo. Sin embargo, participaste de mi amor a primera vista por aquellos ojos azules; la mirada del maestro Benedetti, me surgió decir, y el aire de Pepe...
Inmediatamente lo llovieron las lágrimas, y emocionado me rogó que no dejase de llamarlo en mi próximo viaje a Montevideo.
Vos te acercaste, a salvarme de mi ignorancia, y a contarme quién era. Fue en el Patio de los naranjos.
Es ahí cuando le imploro; nada lo eximiría de llevarme con él a su paisito anaranjado...
- ¿Anaranjado por qué?
- El maestro decía que era verde, pero para mí siempre fue anaranjado. Por los atardeceres de casa Pueblo, de Punta del Diablo.

"Montevideo era verde en mi infancia
absolutamente verde y con tranvías
y el Prado con caminos de hojas secas
y el olor a eucaliptus y a temprano"

La noche permanece imborrable, en los jardines de otra embajada. Yo llevaba un bolso de tela blanco con un corazón negro que decía "L'amour foux".
A la mañana siguiente empezaban las jornadas que nos ocuparían casi veinte días. Y aquel, desde sus ojos color cielo, me daba la bienvenida. Repite que para él seré inolvidable. Respondo que no me podrá olvidar porque me tendrá muy cerca siempre.
Los días transcurrieron afanosos; la pasión unánime, el placer desmesurado. Laberinto de deleites borgeanos. Encuentros desde siempre. Y así, me alejaba de mi vida de hacía tanto para acercarme a ellos, que parecían llegar por vez primera y sin embargo, los sentí cuánto más cerca.
En cinco días ya era otra, otra que no olvidaba a la anterior, pero que se sabía fuerte y segura. Determinada. Al fin entera. 
Los mensajes del alma sonaban a modo de mantra. Daban la energía para continuar, segura del camino incierto. 
El día anterior a aquella tarde, había estado con vos, hermanito; con vos y tu Carlos Keen, cuando de nuevo los colores del cielo se parecieron a los nuestros, y el restaurant 1800 y tu casa blanca ya no dolieron.
Pero todo comenzó después de Tigre. No supe escaparme, quizás no quise, tal vez era mucho el dolor del destrato, de mi sueño; el nuestro, depositado en vos; de la esperanza que comenzaba a hacerse añicos por tu distancia insondable que ni siquiera quisiste fingir. 
Tres conciertos dieron marco a esos días. 
Nada hablaría del después, de aquello que quisiste no tuviese pasos de comedia ni de drama, de lo que te hizo no ocultar a tus hijas, a tu ex mujer, ni a todo tu entorno, el vínculo que crecía. 
Sopesaban las miradas. La desaprobación, el desconcierto o la envidia. Jamás lo supe.
En medio del caos, estuviste lejos.  Sí, ya sé que interpreté mal, que nada más lejano a vos, que querer distanciarte. Lo sé y quizás fue verdad.  Acaso nos aferramos a lo que sentimos más nuestro. Necesitamos hacer pie en algo cuando todo tambalea, y sentir tu distracción, sufrir tu ligereza y olvido. Fue mucho.
Porque tu parecer no definiría, ni el tuyo tampoco, pero precisaba saber que algo, de todo lo que me había rodeado había sido real. Verdad. Porque en el medio del laberinto, nos encontramos más solos, menos contentos. Certeros de la unidad. 
La causalidad quiso que aquel día de junio, mucho después de tanto, del amanecer que nos reconcilió en primavera, y nos alejó sin duelo ni señal; un bar, una ventana y una tarde , te viera; y fue verte y saber que aún importaba el pasado compartido, y que la añoranza se adueñaba del presente. Porque es contínuo pero no es contundente, porque en él somos, pero en el otro fuimos y seremos. Porque somos todo aquello que hemos sido, mucho más que en la inercia, mucho más que en este instante perecedero...
Y la magia de la casa de ella en Palermo, de los manuscritos de Camus, de los retratos de Drieu, y los programas de la Pleiade; de Callois y Borges juntos, de Victoria  y de Julio, y era otoño, un poco gris; era de tarde ya, y la exigencia del último mes había sido extrema. Diez llamadas en treinta días no es apto para todos los cerebros. Sin embargo fue posible, había salido ilesa,  y esa mañana la coronaba el Delf -nada más en sintonía- confirmando una vez más, mi amor incondicional por esa lengua con la que tanto costó lidiar en los comienzos, cuando a los seis años, el azar quiso que, ineludiblemente me zambullese en ella.
Vibré en la frecuencia exacta. Sentí que ese era mi momento y mi lugar en el mundo; ya desde hacía un tiempo también estabas vos!
No sé si ya sabía que te quería mucho. Sí sabía que eras importante, y al día siguiente busqué contarte; contarte de ese lugar que descartaba sería también el tuyo. Si no me falla el recuerdo, fue nuestro primer email. 

La tarde también trajo recuerdos de una década pasada. Las calles de Palermo Chico, hablan; me hablan. La casita verde, la patisserie, la terraza al río, los tés en el Metropolitano...
Volvimos a casa. Volviste para irte. Quizá colmado de vergüenza, de deshonra. No supiste ver que no importaba. Que el afecto y el reencuentro, era más importante que el momento, que el supuesto revés. 
Tal vez te malograste. Busqué defender y no;  fallaste en tu contra.
Quedé desprovista e incompleta, mirando hacia adelante. Vacilante. Nada afirmaba los verdaderos por qué. 

Enero. Tu llamado imprevisto, el que acerté no repetirías; la frescura en el diálogo y la cotidianidad, no conducían a esta displicencia, a este equívoco que hizo que hoy te comunicases conmigo sin quererlo. 
Mi dualidad te responde. Una, la que querría decirte "No, hasta cualquier momento no, y pensá dos veces antes de buscarme, si es que tenés claro que es lo que hace que esto se haya vuelto cíclico". La otra,  la que sostuvo la charla sintiendo la distancia; la que del modo más ameno buscó hacer caso omiso a la lontananza del diálogo, o a mi monólogo sostenido por el respeto que te tengo; aquel que he tenido siempre por todo ser con el que no sólo se cruzaron caminos, sino que valió el afecto, se compartió vida; la comunión de cuerpos, los amaneceres. Porque creo que te quise mucho, a pesar de las pausas, porque si no, hoy tal vez no necesitaría contarte esto.

2 de febrero de 2012

Diez días, diez ...


Redireccionando? Avanzando? Librada al azar? Allanando caminos? Disipando temores? Nada ni nadie como plan B de la soledad. Yo misma, mi primera y última compañía.
Un perfume envuelto en alegría. "Todos se van" que se queda acompañando. Achicando abismos. Entusiasmo.
Ganas de crear, de afrontar, de enfrentar.
Y un diálogo inconexo con un pasado tan cercano que pide olvido. A catorce, catorce días de un día catorce. Viniste a entender el desapego ...
Imprevistos. Inesperados. Insólitos. La nona estaría felíz, Gaby. Estaría más que felíz, tante.
Cuando ya el número en el cemento, casi te supera en días. Cuando permaneces en mi mente, en mi corazón, en mi cuerpo. Y cuesta, como cuesta encontrarle un sentido a algo, a todo. Al azar que hizo que echaras raíces aquí y no allá. Y se plantea. Y se subsiste, ¿se soporta? y continúas siendo oruga y no te animás, y no se trata de ningún síndrome del regreso. Si casi casi, sos de allá ...
Y una merienda tan patagónica y volver a verte amiguito, después de aquellas vacaciones "detras de la sierra".
Y no reconocerme en los tiempos de los otros. Pasados lejanísimos que se vuelven presente en el indescifrable camino de la memoria. Y pasados tanto más cercanos que parecen sin embargo tan alejados en tiempo y forma, que desdibujados, deshilvanados, caen en el olvido.
Cuándo fue que fui tuya. Cuándo fue la última vez que cruzamos caminos. Qué intervalo nos separa. Cuánta vida transcurrió en el intento.

1 de febrero de 2012

Umbrales



Adolece el recuerdo de otro tiempo. Quién fui, quiénes éramos.
Todos aquellos retazos, huellas de nosotros, tan nuestras; el encuentro nuevo y la nostalgia del mañana endeble.
Me quiebro en vos.
Confiar en la prioridad por venir, donde no llegaremos tarde a ninguna parte. Arribará la hora y el momento preciso; la certidumbre de lo propio. Único e irrepetible. La certeza en el acierto.
Nos tocó ser en aquel lapso imperecedero; templa y aplaca haber sido.
No te preciso esquivo; tu actuar elude, descree. Los eufemismos.
No bastó la entrega, ni mi ser en vos. Vos en mí...
Afanosa búsqueda del camino; fue necesario compartirlo. En tus ojos me hallé viva.

Y hoy vos, con tu palabra que determina, con tu ser todo, completo, que no evita. Desprovistos.
Quiso quién sabe quién que nos hallásemos. Cuántos ayeres ocurrieron para el encuentro.
No hay desgano. No hay reproches. Íntegros. Incondicionales. Así te quiero. Sin escalafón ni prejuicios.
Los aniversarios ya no atañen. Las fechas ya no duelen. El recuerdo vivo no adormece; yacemos y andamos. Vigilia latente.


Vivirás en mí, como quien cobija lo más preciado y eterno; destinos separados, quizás lejanos.
Tocó que fuese así. Descreíste. 
Tu hoy distante; mi misión certera, y por fin los anhelos.
Fueron necesarias muchas noches, distancias infinitas; los pasos vagos; fue preciso descreer, vacilar, para este devenir sin miedos.

 
design by suckmylolly.com.