19 de abril de 2015

La doble identidad (parte XXXIV)

En el año 2010 fui al Panteón de Actores. Hacía realmente mucho tiempo que no lo hacía. Herencia quizás de mi tío Antonio, que cada vez que yo decidía contarle que iba a ir, sola o con Jorgito, nos repetía aquello de que su hermano no estaba ahí, que tomaba mates, y escuchaba tangos con él todas las noches. Él único que no era espiritista en la familia de mi papá, era él.
Esa vez necesité ir, y me entero por el cuidador que el cuerpo ya no estaba, que había sido cremado en fosa común hacía ya un par de años. Al día siguiente comencé a redactar una carta, previo comunicarme telefónicamente con la Asociación y cerciorarme de los hechos. Era cierto. Lo habían hecho sin nuestro consentimiento. 
Luego de enviar la carta, recibí una amable respuesta confirmando lo ocurrido, y afirmando que no habían logrado ubicar a ninguno de sus familiares. Respondí a la misma diciendo que mi papá no solo tenía dos ex mujeres, sino que estábamos mi hermano y yo: en internet, en trabajos oficiales, en guía telefónica. Que no estábamos en la edad de piedra... Ahí fui citada, previo proponérseme remediar el error con la placa que yo desease que iría dentro del Panteón. Asistí en horario de trabajo, cuando ya estaba el nuevo agregado comercial. No era fácil que me otorgase un permiso. Solo intenté que entendiese el conflicto.

-¿Te crees que porque te venís con un "loden", podés llevarte todo por delante?

Lo miré sin poder creer lo que me decía y no le respondí. Acoté: hace frío.

-¿Mucho frío tenés? , ¿Querés que te dé un matecito?
-No, gracias.
-Bueno, mirá, te citamos porque lo que reclamás es improcedente. ¿Cuántos años hacía que no ibas al Panteón?
-Muchos. No creo que mi padre esté ahí. Pero esta vez necesité acercarme.
-Ah sí, mirá vos. Nosotros llamamos a Julia Sandoval, la única mujer legal que tuvo y está muerta.
-Julia no está muerta. Hablé anoche con ella.
-Eso es lo que figura en el expediente de tu padre.
-¿Podés mostrarme ese expediente?

A disgusto pero me lo trajo, sin embargo no lo quería soltar.
Lo agarré de todos modos.

-Mirá vos, le dije. Mi padre nunca se llamó Jorge, ese era el nombre artístico, y Di Paola tampoco figuraba en su documento. 

El expediente no solo decía: Jorge Pedro Codicinio Di Paola, sino que se titulaba "Fallecidos para la cremación que carecen de familiares". Ahí fue cuando más me alteré.
Le pedí me lo permitiese fotocopiar. Por supuesto que no aceptó, entonces decidí retirarme a lo que era la Secretaría General. Ahí estaba como secretaria una chica con la que habíamos creado un buen vínculo. Hasta me había presentado a un tío segundo, dueño de una tanguería. Le pedí por el secretario general. Su actitud ya era otra. Salió alguien que mostró inmediatamente peores modales que el anterior, y comenzó a refutarme todo lo que yo ya había anticipado por escrito. Quería al menos una placa. Una placa que dijese: tus hijos, Rossina y Jorge. Mi hermano menor no estaba de acuerdo, pero después de todo brothercito se llamaba igual. Sería solo para entendidos...
Entre un despacho y el otro me habían empujado por la espalda, agregando "rajá de acá, loca, te crees que porque te venís con un lodennnn..."

Internamente pensaba, como habían cambiado los tiempos para la Asociación. Cuando mi papá la había presidido era una primera figura. A esta gente que me recibía hoy no la conocen ni los propios padres....
Me retiré del segundo despacho, y fui a seguridad. Ahí creé una escena, les arranqué un cuadrito de mi papá que colgaba de una de las paredes junto a todos los presidentes. Y le dije "este señor no los debería haber presidido nunca, ni haber sido el único reelecto en la historia de la asociación". El joven de seguridad me amenazó con llamar a la policía porque yo estaba robando. A lo que inmediatamente contesté que ellos habían robado el cuerpo de mi padre, sin autorización de ninguno de sus hijos. Se acercó el portero del lugar. Era un señor que de solo verlo ya tranquilizaba. Me separó y habló por lo bajo. Me pidió que no hiciese nada más ahí. Que no valía la pena, más que levantarles una demanda por el maltrato recibido y otra por la situación con el cuerpo cremado. Me dijo que él estaba en ese puesto desde que mi papá presidía, que siempre lo había apreciado mucho. Que me fuera a la SAGAI, que ahí estaba Jorgito Marrale, que quizás me podría ayudar. Le agradecí por todo, devolví el cuadrito aclarando que había sido un "acting", y me retiré con los datos que me suministró este buen señor.
Regresé a la embajada. Para calmar a mi jefe por la demora -con el que ya las cosas no estaban nada bien- le conté todo lo ocurrido, y comprendió. Me comuniqué con la SAGAI esa misma tarde, y también esa misma tarde me respondió Marrale, donde de la mejor manera me sugería tratar de llegar a un acuerdo sin pasar a mayores, y me aclaraba que nada tenía que ver SAGAI con el Panteón. Que lamentaba todo lo ocurrido y que sí tenía para decirme que podía hacerme cargo de los derechos de mi padre. Esa era la función de la institución. Que los herederos reciban un dinero semestral por la cantidad de veces que se transmiten las películas en los canales. A ese, lo sucedieron varios emails más. Le conté que entonces, mi sueño era vivir en Montevideo. Él acababa de regresar. Me auguró una pronta y feliz estadía en el país vecino mirando desde mi ventana la fachada del Coliseo montevideano, según él, el Teatro Solís. Le hice saber que a pesar de haber sido yo misma bautizada por el Padre Mario Pantaleo, desde que él filmó "Las manos", yo intento pensar en el Padre  Mario y pienso en él... Se emocionó mucho.
Hoy justamente me avisaron del nuevo depósito, nunca es mucho, pero es sentir que llega desde mi papá. Tiene un valor muy simbólico. En esta oportunidad justamente cuando falta una semana para que llegue al mar. Cuando casi mis dos libros están escritos y tanto hablo de él. Con las dudas de siempre. Con mi deseo de perfil cero.
Lucas me decía en la última sesión que no es casual. Lucas afirma que voy a estar bien. Que es lógico que esté ansiosa porque me voy a mover de mi rutina habitual. Que nada malo va a pasar y que él va estar los quince días detrás del teléfono. Que no dude en llamarlo.
Presenté dos demandas contra la Asociación. Una por los maltratos dentro, cuando yo había sido previamente citada, y otra por la cremación sin autorización de sus familiares.

A los dos meses me llamaron para comunicarme que se archivaban por falta de testigos.

12 de abril de 2015

La doble identidad (parte XXXIII)

En mi cumpleaños 2013 no sabía cómo festejar. Tampoco tenía muchos motivos. Sí tenía que estar agradecida de haber estado muy acompañada durante todo el año. Por Santiago y sus caminatas maratónicas, por Andrés, por Luis y sus charlas, por Helen, con la que nos entendíamos con tan solo mirarnos, por Ale que me había presentado a todo el grupo, y por Daniel que me escuchaba vía chat cada vez que llegaba a mi casa y estaba sola. Todos sabían que era a lo que más le temía.
Santiago me propuso festejármelo en su casa. Él se encargaría de todo, y más que nada de lo que más me atormentaba, esperar sin compañía hasta la hora que llegasen los invitados. Estuvo conmigo desde las cinco de la tarde. Fue una linda noche. A pesar de que algunos de ellos no estaban muy bien, pero nos conteníamos entre todos. Después de ese día decidí no verlos más. No fue culpa de ellos. Fue absoluta responsabilidad mía.
Yo era muy estricta con mis horarios de medicación, y por eso me gané el apodo de "blister" por parte de Andrés, y Nacho llegó a decir que mis ataques de pánico eran inventados. Solo por pedido de Santiago, ambos, pero tarde, pidieron disculpas.
A Nacho le deseé que nunca tuviera que pasar por uno de esos estados que frecuentemente atravesaba yo, como para aseverar que eran inventados. Y a Andrés que no solo me había clasificado como "blister", sino que me sugería una buena noche acompañada, más un buen vino, lo perdoné inmediatamente por su habitual buen proceder y coherencia para con todos.
Al que nunca podré perdonar es a Daniel, que afirmó una tarde por escrito, a través de un largo mail, que yo no me recuperaría nunca. Que ya había pasado demasiado tiempo, que mi cumpleaños había sido patético, que él estaba mejor que todos nosotros juntos, y no recuerdo cuantas barbaridades más.  Solo sé que me quedé con taquicardia. Mi vulnerabilidad era extrema. Y lo que me dijesen repiqueteaba en mi cabeza sin cesar, a pesar de los esfuerzos de mi psicoanalista en decirme a la sesión siguiente, que el sujeto en cuestión había hecho espejo, que era su sola opinión y nada más.
Me alejé de todos. Incluso de Santiago.
Ya se habían disuelto también los grupos de San Martín de Tours y de Loreto. Ni siquiera los tenía a ellos. No supe separar a quienes me habían lastimado, del resto.
Solo me veía con Luis cuando viajaba de su Rosario natal. Había regresado a vivir con su madre. Lo extrañé mucho.
Habían sido todos una gran compañía. El año siguiente lo pasé muy sola, solo yendo a trabajar y regresando siempre a casa de mi madre, hasta que llegada casi la noche, y la hora de la medicación para dormir, ella me alcanzaba a la mía. Mi madre durante ese año fue mi único pilar.
En el verano nos vimos con Luis, él no se resignaba a no encontrar un trabajo en Buenos Aires, y por fin lo obtuvo. Volvió a ser desde entonces alguien muy presente, y no solo eso, me reencontró con Santy, que juró no haber entendido nunca mi desaparición. 
Solo ahí conté lo que me había pasado con Daniel y sus malos augurios cual sentencia irrefutable.
Hoy Andrés me apoda "bliss", que significa "dicha". Ha sido el primero en leer mis escritos. 
Nacho regresó también a vivir con sus padres a Coronel Suarez, y con el resto, aunque se haya dividido el grupo, yo estoy más unida que nunca. Todos me remarcan mis progresos, que ignoro si son tantos...
Me afirman que mis vacaciones serán para recuperar mi confianza y seguridad. Que los libros que escribí han exorcizado el dolor que estaba adentro. Que merezco este reparo y que mi amiga Luciana va a estar cerca. No conmigo, pero cerca. 
En mi último cumpleaños, que esta vez sí fue en mi propia casa, estuvieron casi todos. Todos intentando que crea en mis avances, que es increíble la transmutación que tuve.
No solo estuvieron ellos, sino algunos amigos de la vida. 
Me he separado de mucha gente. Gente o que no supo entender o que no quiso. Y eso es muy triste de asumir. O que solo intentan reaparecer ahora, casi dos años más tarde, después de haberme sentido testeada durante todo este largo lapso de tiempo.
Lucas logró la baja de medicación que prometió casi culminar en diciembre, pero igual mis mañanas son de mucha aceleración, excepto que tenga que ir a trabajar.
Hace casi dos meses, comencé a ensayar estar en casa sola. Fue Claudia, la que en un principio no hacía hincapié, diciéndome que no me presionara, que a mucha gente le pasa, y luego empezó a sugerirme intentarlo.

-¿Haciendo qué? - le preguntaba yo. Mi principal problema al llegar es el vacío...
-Escribiendo -respondía.

Era casi imposible lo que me sugería.
Un día le pregunté qué opinaba con respecto a asistir a un taller que comenzaba a dar mi amiga Luciana. Somos muy pares, le dije. Los talleres siempre los hemos hecho juntas. Incluso yo siempre he tenido el mío propio "De Laberintos y espejos".

-¿Me servirá de algo? -le pregunté nuevamente.
-Por supuesto que sí. Hacelo. Será una actividad más.

Ella insistió desde siempre con sumar actividades para evitar mi principal problema: el vacío. Aunque el fundamental se diese al ingresar a casa.
También comenzamos en agosto. Un escrito cada viernes. Casi como cuando iba al hospital de día y me volvía con un escrito cada miércoles. Precisaba consignas para no hablar solo del vaivén mental. Del laberinto. Y así fue. Sirvió de mucho.
No solo me enamoré de "Casa Valle" que es donde mi amiga daba su taller, sino que esperaba cada viernes con entusiasmo.
Muchas veces nos retirábamos con tareas con las que no coincidía, y sin embargo el lápiz y el papel luego cedían.
Continuar un cuento, escribir la historia precedente a uno ya escrito, intentar una poesía, un policial, escribir una historia insertando una frase de algo leído durante la clase. Recuerdo que enojada me fui el día del policial, casi tanto como el día que a mi compañero Carlos le sugirió llevase para la próxima clase un escrito de charlas con San Agustín, al que había decidido descubrir el mismo, y a mí me dijo "y vos vas a charlar con tu amado Borges". ¿Qué? Estás loca. ¿Qué querés que le diga a Borges?  No se me van a ocurrir más de dos líneas. 
Hoy esa historia tiene treinta tres capítulos. El policial dieciocho, y al terminar ambos decidí comenzar con esta historia, que a pesar de que tiene partes comunes con las dos anteriores es, como dijo Lucas, la cruda realidad. Por eso cuesta un poquito más.
Acá no fabulás matar a alguien que finalmente no matás, y a la que nunca hubieses matado, ni está lleno de metáforas y saltos en el tiempo como en la historia con Borges. Esta es tu vida, tu verdad. No me extraña que me digas que escribís un manuscrito muy veloz, y me preguntes si estás maníaca. Estás sacando todo lo que tenías guardado...
Por si acaso se cercioró de mi letra en mi habitual cuadernito, el que transporto conmigo a todas partes, el que me acompaña a mis tres bares favoritos.
Aseguró: no te preocupes, esta letra no denota ningún tipo de patología como pretendías saber. Ignorás como escriben los maníacos, río.
El primer capítulo de "Charlas con Borges" ya fue presentado en "Casa Valle" el día de cierre de fin de año. Costó mucho atreverse. No invité a nadie por si acaso decidía que la encargada de leer fuese Luciana.

Por suerte pude hacerlo yo.

8 de abril de 2015

La doble identidad (parte XXXII)

Con Jorgito nunca pudimos pasar una fiesta de fin de año juntos, porque no nos atrevimos a enfrentar a nuestras respectivas familias y plantearlo. Ya habría tiempo, decía brothercito con cierta resignación. Ya no solo lograríamos eso, sino viajar. Como ya conté antes, nuestra meta era llegar en auto haciendo muchas paradas, a San Martín de los Andes. Yo siempre le decía que era mi lugar en el mundo, y él quería conocerlo. También quería conocer a Roberto, que llamativamente el destino quiso que fuese mi pareja de modo alternado en muchas de mis separaciones de Claudio.
Yo ya había escrito  Historia de un hechizo, y Jorgito había reído mucho con ese libro, e incrementado sus ganas de tenerlo frente a frente.
Nunca faltó a un cumpleaños. Debíamos recuperar todos los que nuestras familias no nos habían permitido compartir. Recuerdo especialmente el número treinta, alquilé un lugar e invité mucha gente. Quería que estuvieran todos los que habían formado parte de mi vida hasta entonces. Ex hijos por ejemplo (tenía varios).
Yo para ese entonces pensaba mucho en alguien, alguien que Jorge conoció esa noche y que catalogó como "dos puntos" que significaba, dos puntos no sirve. Porque para él los dos puntos en la escritura eran totalmente inútiles. Después en el desayuno de la mañana siguiente me dijo: "sembraste el césped, techaste por si llovía, conseguiste los veintidós jugadores y nada, hermanita". "Dos puntos no sirve", reiteró.
Habían sido dos años de romance platónico. Había logrado que casi no pensase en mi distancia con Claudio. Pero nos unían tantas cosas como nos separaban, y avalaba una complicada historia familiar desde pequeño, que lo hacía no pensar siquiera en formar su propia familia. Me lo había dicho muchas veces.
Nos habíamos conocido durante un año por teléfono. Me había vendido unos pasajes a Europa. Nunca le dije lo que sentía por él, ni él tampoco a mí.

-Quiero agradecerle al que te salvó la vida en el río - insistía brothercito. Eso es un gaucho. Si no fuera por él, nunca te hubiera conocido.

Se refería a Roberto que cuando yo en el año noventa y tres me caí de un gomón, remó a contra corriente y pudo rescatarme en un rápido del río Meliquina.
Mi cumpleaños número treinta y siete sería el último que compartiríamos. Era amigo de todos mis amigos. Le encantaba mi gente. Y a ellos él, se hizo adorar siempre... Recuerdo que cuando se iba, le pedí que tuviera cuidado con el auto. Tenía que coordinar la animación y música de "El Mateo" y temí corriese hasta Luján. Me miro desafiante diciéndome: hermanitaaa.
Esa tarde había ocurrido algo muy mágico. El conductor Pipo Mancera, transmitió en su programa "Sábados Circulares", tanto mi nacimiento como el de mi hermano Jota. En la filmación que pasaron, yo tenía dos años y medio. Jorgito me lo trajo grabado. Mi madre ya discutía con mi padre en cámaras, presentando a Jorge Hernán como Hernán.
Jorgto llegó a casa, parecía haberlo tomado de modo muy natural. Incluso se demoró en venir para pasármelo a un CD. Sin embargo, años más tarde, supe que se emocionó tanto como le dolió. Él no había tenido ni siquiera la oportunidad de conocer a mi papá, le había dicho a María Gracia.
Un verano, pasamos su cumpleaños en casa de nuestro tío Antonio. Por lo general no lo sabía festejar, pero esa vez accedió. Nos reunimos todos: Antonio, mi tía María, mis tres primas. Nunca en nuestras vidas habíamos disfrutado de un encuentro así, y yo intuía que no habría muchas oportunidades más. Antonio estaba recuperándose de una intervención quirúrgica. Nos dijo "hablo con mi hermano todas las noches, nos tomamos unos mates y escuchamos tango. Está muy contento de que por fin estén juntos". Nuestro tío murió al año siguiente exactamente un año después de haberme avisado que tenía un hermano en Luján que quería conocerme. Como si hubiese sabido que solo le quedaba ese tiempo para encargarse él mismo del reencuentro y descansar en paz.
Jorgito no fue al cementerio. Me dijo con certeza, que más tarde se tomaría unos mates y escucharía unos tangos con Antonio. 

 
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